martes, 20 de abril de 2010

Crítica al Género Documental





A propósito de que hace algún tiempo me encontré discutiendo con un futuro pedagogo sobre el documental como género es que terminé escribiendo este post para mi cotidiana e innecesariamente compleja tribuna. Respecto a la mencionada discusión mi contraparte planteaba que el documental (como género audiovisual) debía reemplazar al libro como fuente de conocimiento, un planteamiento como ese me pareció una tontería viniendo de un futuro profesor, su argumento se basaba en que el documental era más digerible que un libro y también más rápido de absorber. Naturalmente una tontería como ese no merecía seguir extendiendo las argumentaciones pero esa discusión me quedó dando vueltas en la memoria debida que me he encontrado con mucha gente que me ha planteado ideas ligeramente similares a la que mencionamos en el primer párrafo aunque no tan idiotamente radicales como aquella.
Muchos otros se auto tipifican como cultos debido a que han visto muchos documentales, esta situación me lleva a identificar una situación que a mi cotidiano criterio es peligrosa y que tiene que ver con la credulidad de las audiencias respecto a los contenidos que estos consumen en los documentales. El solo hecho de que algo sea mencionado en un documental es asumido como cierto por las dóciles ovejas televidentes, el formato documental es para ellos garantía de lo que ven es cierto. Respecto a esto no existe una cultura crítica que contextualice al documental como lo que es, como una obra audiovisual que opera en su propia lógica, la que no necesariamente se condice con la rigurosidad científica y con la posibilidad de generalizar lo que en ellos se muestra.
No existe un televidente crítico que pueda cuestionar el contenido que observa en el documental, no he conocido ni siquiera un televidente que haya revisado las fuentes de los documentales que ve.
Todo lo que se ve en un documental es asumido como verdad por que está en un documental ¿alguien se cuestionará alguna vez por los lineamientos editoriales de los autores? … o se piensa que siempre un documentalista es objetivo y metodológicamente riguroso? No he visto cuestionamientos básicos de este tipo ni de ningún otro en los “cultos” televidentes de documentales, dóciles ovejas que tragan sus “muy interesantes contenidos” previamente masticados por los intereses editoriales de los autores y las productoras que financian dichos productos audiovisuales. No veo a los cultos televidentes cuestionar si lo que ven es correcto o incorrecto sólo los veo creyendo lo que tragan por la vista como si ese solo ejercicio alimentara su “gran cultura”, no los he visto buscar un libro ni mucho menos tomar uno y revisar o contrastar lo visto. Con esa calidad de televidentes la ignorancia seguirá siendo la tónica de las masas y lo que es peor de algunos que se creen la “crema de la crema” en cuanto a lo docu-telisivamente cultivado de su intelecto, una mierda.
El documental como género está bien, siempre habrá buenos y malos documentales pero no puede defenderse la idea del reemplazo del libro por el documental, el documental no puede reemplazar a la literatura ni a la investigación científica ni mucho menos dar la idea de generalización de sus contenidos a otros contextos ajenos a la realidad que en ellos se muestran. El documental es una obra audiovisual que juega en la lógica de lo televisivo debe captar la atención del televidente y entretenerlo por más serio que parezca el tema, el documental no posee una metodología estandarizada que garantice certeza en lo que muestra y eso debiese estar más que claro.

lunes, 5 de abril de 2010

La Ahistoricidad


Con algún retraso vengo a detenerme en un concepto que he acuñado desde hace algunos años y que he utilizado en muchos de mis trabajos ya sea en ensayos, artículos e investigaciones pero que solo lo había explicado como nota de pie de página.
Es cierto que Touraine también usa el mismo término pero lo utiliza en otro sentido. En función de mi discurso rebelde y autónomo impongo para fines analíticos mi definición del concepto antes que la de Touraine, solo así, en desarrollo dialéctico la ciencia social puede construirse en herramienta análisis perfectible y dar cuenta de los dinámicos objetos de los cuales trata.
La ahistoricidad es para nosotros un fenómeno sintomático de nuestra cultura y también de el proceso (des) culturalizante capitalista, su definición y naturaleza son el primer propósito que tenemos en este artículo. Es por tanto un síntoma histórico en el sentido de que se desarrolla y existe en una contextualización específica del tiempo espacio materializado un dialéctico campo socio-material por una parte y cultural por otro.
La ahistoricidad da cuenta de una desvinculación del sujeto en relación al tiempo-espacio, es un fenómeno de carencia de arraigo al espacio y de conciencia de la pertenencia a una continuidad histórica. En resumen hablamos de una enajenación de la capacidad de autoconcepción histórica en los sujetos, sujetos no históricos.
Asociada a esta incapacidad esta el hecho de que el significado simbólico compartido geográficamente arraigado es inexistente o débil afectando el sentido de pertenencia y dificultando la articulación colectiva simbólicamente fundada.
El sujeto ahistórico es un sujeto con inexistente o cuando más débiles vínculos simbólicos que lo sitúen históricamente, estos vínculos simbólicos arraigan o desarraigan a través de las dinámicas culturales, las que poseen especificidad en función de su particularidad que estas desarrollen en las sociomaterialidades complejas de las que sean parte.
En las culturas y sociedades con capacidad histórica son los vínculos simbólicos culturales los que arraigan al sujeto a una concepción simbólica compartida y históricamente fundada, un inconciente colectivo cultural que brinda sentido de pertenencia y ubicación espacio temporal pragmatizada en la observancia a ciertos ritos y paradigmas compartidos. Más allá de las manifestaciones objetibables la cultura madre afecta positivamente a los sujetos a través de los vínculos simbólicos en su emocionalidad como efecto de un fenómeno psíquico.
Ayudan en el proceso de consolidación y desarrollo de la capacidad histórica la creación de hitos, símbolos que arraiguen, conformando tradiciones compartidas generando significado y sentido, es finalmente esta la condición que consolida la capacidad histórica.
Los elementos anteriormente descritos como los vínculos simbólicos, la cultura, la emocionalidad contribuyen en objetivar psíquicamente el significado espaciotemporal compartido en el sujeto. Por lo que estos elementos simbólicos son estériles y vacíos cuando no representan significado para el individuo, situación característica de las culturas ahistóricas. El sentido es en última instancia el todo o el fondo detrás del proceso, es su fin y espíritu.
La raigambre histórica al pasado geográficamente contextualizada es condición necesaria para hacer propio el futuro, situación que es imposible en estado de ahistoria como en el que nos encontramos sumidos como cultura chilena. Pero superando el síntoma de ahistoria podremos comenzar a hacer nuestro tanto el presente como el futuro.