Maquiavelo escribía
en su carta a Lorenzo de Medicis que tanto la colina como el fondo de los valles
ofrecían puntos de vista, posiciones de perspectiva distintos sobre un mismo
paisaje, con ello el filósofo nos entregaba no solo una poderosa lección
epistemológica sino también una gran metáfora espacial, paisajística y
topográfica. He querido rescatar la topografía como problemática, como
dimensión del espacio, una dimensión algo abandonada sobre el paisaje, y a
partir de aquel intento de rescate pensar sobre las topografías del valle de
Copiapó.
Éste artículo ensaya sobre
una posible interpretación cultural de los entornos geográficos y sobre todo
las formas topográficas del paisaje en el norte Chico de Chile, Ensayamos un
enfoque hermenéutico sobre el paisaje en una lectura si se quiere poética, con
seguridad literaria de la geografía.
Entrando en
materia me gustaría partir reflexionando en el título de éste breve trabajo..
(en)cerrados…con encerrados quiero entrar en las dinámicas del juego o “los
juegos del lenguaje” siguiendo la famosa frase de Wittgenstein[1]..
y la palabra encerrados nos da la posibilidad de jugar en el entretenido patio
del lenguaje como niños en un jardín pero con los significados en lugar de
juguetes.
He utilizado los
paréntesis para separar el prefijo “en” como un significante como tal, por otra
parte “cerrados” funciona como otro significante en un juego en que ambos
participante de un significante compuesto. Lo entretenido es que los
significados que tratare son dos y ambos apuntan en una dirección que motivara
la reflexión que dará sustancia a la parte central de éste artículo, el primero
juega con encerrados sin el paréntesis y el segundo con el paréntesis de ésta
forma: (en) cerrados.
Si partimos con
el primero, encerrados nos habla de estar
dentro de algo cerrado, en ese aspecto
aparecen como centrales las nociones por una parte de “dentro” y por otra la noción de “cerrado”,
oponiéndose ambos respectivamente a nociones como afuera y abierto.. ese sería
el primer significado en juego.
Esta primera
aproximación es más bien una aproximación formal, gramaticalmente textual y nos
entrega un significado que apenas no aproxima a la parte confusa de nuestra
argumentación y que necesita del segundo significado en éste juego de palabras.
(En)Cerrados
utilizando el paréntesis es ciertamente más juguetón ya que es en si el juego
propuesto, esto porque la utilización del paréntesis modifica los significados
y atribuye deformaciones en cierta medida metafóricas que nos acercan a lo
literario.
Pero como un
juego comenzamos por el final, con el significante “cerrados” queremos hacer
referencia a una condición geográfica definitoria en nuestro país y muy en
particular en el valle de Copiapó, a saber los cerros como protagonistas,
eternos y en gran medida transversales de nuestro paisaje, a mi juicio la
superficie en la que se han dibujado los textos de nuestra cultura.
Son los cerros
los que constituyen el denominador común
más general a nuestra diversa geografía, son los cerros los que están presentes
tanto en el frondoso y húmedo sur como en el desértico y caluroso norte, muchas
cosas pueden cambiar a través de la
estrecha y larga geografía chilena sin embargo son los cerros los que se
mantienen como una marca de nacimiento que nos sitúan y nos dicen que estamos
aquí en territorios andinos, los cerros configuran los valles que nos dan
cobijo y esa condición geográfica es según creemos no una verdad geográfica objetiva sino también
una condición poética de nuestro territorio, observando sus formas físicas, sus
relieves y accidentes no como una verdad de geografía física sino que
explorando una verdad poética (como
diría Víctor García de la Concha en relación a su lectura de los “Cien Años de
Soledad” de García Márquez).
Nos preguntamos
por la neutralidad del espacio en nuestra caracterología, dejando por cierto de
lado una perspectiva de constreñimiento del entorno creemos que no podemos
soslayar las topografías del paisaje, pues, son el marco en el que hemos vivimos
y hemos desarrollado nuestras expresiones culturales e históricas, por tanto un
juego hermenéutico sobre el paisaje algo puede decirnos sobre nosotros mismos,
tal vez con lo sutil de un mensaje subliminal, tal vez como una proyección mía
en cuanto observador y escritor, sin embargo como autor soy parte del mismo objeto
de ésta reflexión.. en el he nacido y
vivido, he crecido, a aquel paisaje al que me volví extranjero para luego
regresar, en un extrañamiento plástico y ambiguo.
El cerrados es
en éste sentido un elemento que nos habla (o nos quiere decir) de los cerros
como una condición[2]
presente en nuestro territorio.
Siguiendo con el
prefijo “en” entre paréntesis y antecediendo el “cerrados” nos dice que estamos
entre cerros, quiero poner ahora las cosas en perspectiva temporal y plantear
que no sólo estamos entre cerros sino que también lo hemos estado, esto
destacando como un dato no menor de que ésta condición poética y geográfica nos
ha acompañado tanto a nosotros los chilenos como a los anteriores criollos
coloniales y por cierto también a los pueblos originarios que han desarrollado sus
formas de vida en nuestros territorios.
Ahora quiero
fijar un poco la perspectiva territorial, así es como quiero centrar el
análisis en lo que constituye el fenómeno de estudio de ésta serie[3],
esto el Valle de Copiapó y de la ciudad como fenómeno cultural.
Ahora habiendo
ya definido la perspectiva territorial quiero volver brevemente sobre el juego
de palabras, vuelvo enteramente y por un instante al encerrados y dando cuenta
de ambos significados en juego, el de estar cerrado dentro de un espacio de
cerros, con encerrados damos cuenta de dicha condición de marco, de superficie
sobre la que desplegar las escrituras, es decir que las escrituras se
despliegan entre una escenario enmarcado por los cerros como paisaje natural y
es sobre es hecho y las interpretaciones
que de ello hacemos que nos encargaremos en los párrafos que siguen.
Que nuestra
geografía es accidentada es ciertamente un lugar común, un cliché pero no por
ello deja de ser cierto, es más lo irregular de nuestro paisaje es muchas veces
uno de los más exóticos atractivos para turistas que vienen de mundos y
paisajes mucho menos accidentados. Es ésta situación de irregularidad uno de
los elementos que más llaman la atención a ciudadanos de geografías planas como
la Holandesa e incluso sin ir más lejos la Argentina. Lo anterior es relevante
puesto no es un elemento muy destacado en los análisis de la cultura salvo
algunas excepciones en las que se vincula la cordillera de los Andes a la
caracterología chilena sin embargo nuestra idea es que además de la cordillera
la condición de las interminables cadenas de cerros y montañas acompañan
nuestra cultura importantemente en los valles transversales como espacios
históricos, sociales y por sobre todo simbólicos y poéticos a través del
devenir del interrumpido y rezurcido relato relato de lo Chileno.
Es en ese
sentido muy interesante estudiar el caso del valle de Copiapó puesto los cerros
y las topografías irregulares constituyen
el escenario de lo real y también de lo posible, cualquier punto de vista
otorga una perspectiva en la que los cerros están presentes, ésta condición
ecológica ha permanecido en cierta medida invisible en parte importante de la
historiografía[4],
sobre todo desde el enfoque que estamos proponiendo la lectura de éste
artículo.
El valle nos
encierra, nos abraza y también nos deja espacios de escape, de fuga, nos deja
ver y simultáneamente nos ciega, ciertamente, de una forma u de otra condiciona
nuestra perspectiva.
Nuestro valle de
Copiapó es y sobre todo era hasta hace unas dos décadas algo así como un verde
corte en el paisaje, una marca y refugio en el paisaje, una ruptura de
transición matizada del gigantesco y sabio espacio desierto que conocemos con
el nombre del desierto de Atacama[5].
Algunos
geógrafos discuten sobre la denominación climática del Valle, la discusión está
entre la categoría desértica y semi desértica. La denominación de zona semi
desértica parece ser la más ad hoc a la condición de valle, de brazo húmedo que
baja desde la cordillera al mar recorriendo un transitar zigzagueante, alternando la vegetación del valle con la
sequedad de nuestros cerros.
El valle ha sido
desde épocas y relatos olvidados, el refugio de vida, el rol del valle yel Río
Copiapó, ahora cercenado y por sobre todo prisionero casi agónico de la
rentabilidad de las industrias instaladas en el valle, sobre explotado, el que desde épocas de las
que no conocemos memoria alguna, dicho río ha sido el de dador de vida…. por lo que el
valle y el Río han sido escenarios de prácticamente todas las formaciones
sociales estables además de constituirse en un punto de descanso para los
viajantes.
Si atendemos la
tesis de Guillermo Cortés Lutz[6]
respecto de que el comienzo de la historia de Chile ocurre en Chamonate[7],
la afirmación nos da cuenta de que la(s) primera(s) expediciones[8]
en el territorio que posteriormente fue
territorializado política, administrativamente y sobre todo simbólicamente como
Chileno tuvieron como primer punto de descanso y más relevante, de toma de
posesión del territorio en nombre de la corona el escenario del valle de
Copiapó. Esto no es casual ya que da cuenta de que la expedición encuentra acá
un punto de abastecimiento y un refugio ante lo implacable del desierto.
Ese primer
asentamiento rescatado por la recién llegada concepción de registro de la
historia de alguna manera, no era novedosa si pensamos de que pueblos muy
diversos hicieron lo mismo antes sin dejar vestigios escritos, vuelvo sobre los
mismo para destacar que el valle y las formas de inscripción cultural en el
valle sin tal vez una de las pocas “constantes” (si cabe pensar que pueda
existir algo así) a través de los múltiples relatos cruzados en los que
entendemos por historia.
En oposición si
pensamos en el desierto de Atacama, el espacio monumental donde la sequedad se
vuelve inhóspita, sobre todo si intentamos comprender el punto de vista de los
expedicionarios tendremos en cuenta que éste desierto presentaba las más
adversas condiciones para la vida por lo que el Valle de Copiapó (y por cierto
también el río) aparecían como un oasis, además nos importa destacar la
condición de espacio entre cerros[9]
(elemento no menor a nuestro análisis), el valle cumple y ha cumplido una
función imprescindible, la de otorgar un espacio propicio para la vida humana
en la que el agua humedecía la sequedad del desierto.
El valle es,
necesariamente el espacio para la vida en la zona con lo que justifica su
relevancia como espacio y escenario histórico, puesto prácticamente no ha
habido alternativa, en ese sentido destacamos la elección del escenario en el
que juegan las escrituras que sometemos a lectura e interpretación.
Habiendo
transitado las reflexiones anteriores a manera de introducción, podemos decir
que el agua supone la fertilidad de las tierras humedecidas por el río y la
protección de las paredes del valle, las que ofrecen el escenario ecológico en
el que múltiples grupos humanos en distintos puntos del devenir, tanto el pre occidental (en relación a las
culturas pre colombinas de la zona de las que pocos registros han quedado) como
también el cronológico (en relación
al repertorio de registros de la historiografía imaginada lineal y
acumulativamente) desarrollaron cotidianidades y desplegaron sus escrituras,
sus textualidades en el espacio devenido en territorio una vez procesado
culturalmente.
Otra condición
es relevante de destacar en relación al Valle de Copiapó y es ser el primer
Valle transversal luego del desierto de Atacama, e inaugura un nuevo repertorio
geográfico en dirección al sur en la geografía de lo que posteriormente sería
conocido como Chile.
Pero volvamos
ahora a los cerros y al valle, en especial el valle como espacio de refugio y
los cerros como muros protectores, como barreras en el escenario “natural”,
elementos que nos remiten al marco de vivencialidad y muy importantemente a una
condición del campo visual.
Ahondaremos en
relación a lo visual en el próximo párrafo sin embargo no quiero avanzar sin
antes poner en cuestión ciertas naturalizaciones, en ese sentido cuando usamos
comillas para referirnos a la idea de escenario “natural”, es porque
consideramos más adecuado hablar de
escenario ecológico por que éste, en tanto marco material y físico son interpretados
y naturalizados, por lo que la idea de natural es fruto de un proceso de
asimilación cultural del espacio.
Recogiendo ahora
lo relativo a lo visual, creemos que es importante es importante y en éste
sentido queremos relevar la visión como un importante sentido en nuestro
repertorio perceptivo, esto en relación a que mediante al articulación de
estímulos (en éste caso visuales) se genera una especial configuración del
mundo y ésta configuración de mundo condicionada y adornada por los cerros tiene
como característica una perspectiva encerrada, esto en el doble sentido y
significado analizado en el comienzo de éste trabajo ya que la perspectiva está
intervenida por los cerros, es cerrada y está entre cerros por lo que los
campos visuales no permiten una perspectiva larga ni amplia sino que corta y
medianamente amplia.
Entre cerros el
horizonte es ausente, también el sol atrasa su llegada y adelanta su retirada…
los campos visuales entre cerros son distintos, particulares y nos sitúan en
una escala específica en cuanto a la temporalidad y ésta temporalidad está de
alguna manera emparejada de una manera casi simbiótica a la arquitectura
natural de la ecología de la zona.
Pero la cuestión
trasciende con mucho lo de la perspectiva y el sentido de lo visual, la
topografía habla de alturas en relieves en los que uno sube y baja al transitar
de posición, como podemos inferir de lo que recogimos de Maquivelo al comenzar
este texto, el paisaje puede ser el mismo pero no es lo mismo observar desde arriba
y desde abajo, ela topografía nos lleva a reflexionar sobre nuestro
posicionamiento y con ello nuestro propio movimiento en el espacio.
Ésta condición
del paisaje es a la vez una condición marco para la poesía vivida de la cultura
local (y en muchos casos también nacional-macro regional), la que tiene un
correlato tal vez sincrónico o arquetípico (en el sentido de C.G Jung) a
nuestra(s) caracterología(s) colectiva(s).
Nuestra
cotidianidad y muchas de nuestras cotidianidades de las narrativas coloniales,
criollas y posteriormente chilenas han estado marcadas por una condición de
perspectivas accidentadas y restringidas al corto plazo tal como lo permiten
los cerros a nuestros campos visuales. Ésta situación contribuye como una condición importante
(aunque en ningún caso determinante) en cuanto a las relaciones que como seres
humanos podemos tejer con el tiempo.
Bibliografía y Referencias
-Jocelyn Holt.
2000. “Historia General de Chile I. El Retorno de los Dioses”, Santiago de
Chile: Planeta
-Maquiavelo, Nicolás.
1935. “El Príncipe”, Santiago de Chile: Ercilla
-García de la
Concha, Víctor. 2007. “Gabriel García Márquez, en busca de la Verdad Poética”
en: García Márquez, Gabriel “Cien Años de Soledad (edición conmemorativa)”,
Madrid: Alfaguara
Notas:
[1] (1889-1951)
filósofo del lenguaje y también de la lógica austriaco, aunque nosotros sólo
tomamos la frase que indica la “superposición de los juegos del lenguaje” y no
el enfoque teórico del autor.
[2] La noción de
“condición” es importante para nosotros por tanto nos separa de la dureza e
inflexibilidad de la noción de determinante, en ese sentido resaltamos que los
cerros son para nosotros una condición del paisaje y por tanto forma parte de
las condiciones en las que se desarrolla la cultura más no la determina. Nosotros si manejamos la tesis de una
vinculación entre la cultura y la condición “cerrosa” de nuestro paisaje pero
esa vinculación está poéticamente leída.
[3] Me refiero a la
serie de artículo sobre la cultura en el Valle de Copiapó, en particular sobre
la noción de “ahistoricidad”, serie de la que éste artículo también forma
parte.
[4] Tal vez una
excepción en éste sentido sea el trabajo de Alfredo Jocelyn-Holt (2000) en su
“Historia General de Chile Tomo I”, donde el autor otorga un tratamiento que
recoge un perfil mítico a elementos como
el tiempo y al espacio. particularmente interesante a los efectos temáticos de
éste artículo es la primera parte “Valles, Cerros y Sacrificios”.
[5] Actualmente
parte del valle ha comenzado un proceso de desertificación debido a la sobre
explotación de los recursos hídricos de la cuenca, no obstante éste fenómeno el
valle sigue siendo el borde, la frontera del desierto de Atacama.
[6] El historiador
profesor Dr Guillermo Cortés enfatiza el
factor pionero en la lectura de la toma de posesión como un suceso fundante de
Chile, nosotros sólo recurrimos al suceso como argumento de la funcionalidad estratégica
de fundar poblados en las riveras del valle. Sin embargo como elemento
posicionador desde un punto epistemológico no centralista es absolutamente
relevante, en ese sentido es coherente con el carácter marcadamente local de
éste trabajo.
[7] Sector rural en
las cercanías de Copiapó, Región de Atacama Chile, a unos 15 kilómteros al nor
oeste de la actual capital regional.
[8] Pensamos acá en
personajes y empresas pioneras como las de Diego de Almagro y Pedro de Valdivia
[9] Condición común
a los valles en general.
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