En el este aburrido post,
volvemos sobre cuestiones de teoría sociológica y antropológica, pretendemos
explorar en las dimensiones simbólicas del espacio barrial, las dimensiones
ideológicas y culturales, los tejidos de significados imbricados en los barrios
y entre los barrios y la ciudad en su día a día.
Sobre todo nos interesa llegar a
dos factores que para nosotros se revelan relevantes como lo son la diversidad
y el conflicto, ambos mediados por la dimensión de la cultura y el poder.
Se intenta integrar los elementos
anteriormente mencionados con el objeto de que nos sirvan para interpretar la
experiencia local de quien suscribe, sobre todo desde donde se está
escribiendo, a saber, desde la ciudad de Copiapó, en la región de Atacama en
Chile.
La justificación de nuestro
objetivo en la reseña se justifica en una pretensión práctica, puesto creemos
que almenos acá en Chile (desde donde escribimos) la mirada sobre los barrios y
las problemáticas barriales siguen estancadas en perspectivas o positivistas
formalistas o materialistas economicistas desde la academia y una perspectiva
tecnocrática desde el estado, que en parte dialoga con las perspectivas antes
mencionadas no obstante ese escenario deja de considerar todo un arco de
fenómenos que parecen invisibles a los marcos teóricos y por cierto las
tecnologías de conocimiento metodológico que de ellos se desprenden.
Existe todo un universo de
procesos no considerados en las discusiones urbanas en Chile, es por eso que
hemos querido reseñar los textos antes referidos con el objeto de apropiarnos
de algunos elementos de análisis pensando en la medida de lo factible
aplicarlos en nuestras propias problemáticas locales.
Aunque que en Chile lo que se
practica desde el estado y la academia es a nuestro criterio un urbanismo
positivista si creemos que podemos establecer vínculos de dicha perspectiva a
una sociología urbana más clásica, sobre todo norteamericana aunque más que una
sociología es una técnica, lo cierto es que los aspectos cualitativos tienen
una incidencia absolutamente marginal dentro de la discusión.
En relación a lo anterior, podemos
plantear sin exagerar que el barrio es en estos imaginarios una realidad
material, ecológica y económica. Al respecto iniciemos la discusión visitando a
un viejo clásico que nos plantea que “el hombre no puede vivir en medio de
las cosas sin hacerse una idea sobre las mismas de acuerdo a las cuales regula
su conducta” (Dukheim 2010 [1894]:47), en este breve cita queremos resaltar
el papel representacional de los social, en concreto de lo urbano y el barrio
superando la visión simplificadora mediante la que el barrio sería una suma de
cosas materiales despojada de sentido(s) dinámicos y por sobre todo socialmente
producidos en un marco de relaciones a dichas cosas. Otro aspecto importante de
destacar es a nuestro criterio el factor pragmático introducido por el autor
cuando refiere a la regulación de la conducta, sobre estos aspectos pragmáticos
volveremos solo al final del presente texto, sin embargo nos parece relevante
resaltar.
Por otra parte desde algunos
sectores minoritarios de la academia y desde los brazos académicos de la
izquierda y el progresismo se conceptualiza al barrio como un lugar pleno de
valores, un lugar de resistencia de un ideario de comunidad, tributario en
parte (aunque de manera no deliberada) de la gemeinshaft de
Tonnies, idealizando y homogenizando la
perspectiva sobre lo barrial. Esperamos rescatar y relacionar en este breve
texto argumentos teóricos que nos permitan discutir teóricamente los sesgos
antes mencionados.
En ese sentido creemos que el
barrio debe ser reconceptualizado, dejar de pensarlo como una espacio meramente
material y con expresiones socioeconómicas y posicionar una discusión que al
menos nos posibilite perspectivas más amplias, diversas y dinámicas sobre el
barrio.
En ese sentido coincidimos como
Mayol cuando propone una vinculación entre la perspectiva sociológica del
barrio y el análisis socioetnográfico con miras a una más completa
conceptualización del fenómeno urbano (Mayol 2006:6). Más allá de su síntesis
podemos identificar en la suya un acento, un énfasis en la vertiente del
análisis socioetnográfico. Al respecto el rescate de la esfera de lo cultural
nos indica una dirección, rescatamos sus palabras textales a continuación en
relación a la noción de práctica cultural, en relación a este el autor nos dice
que “es el conjunto más o menos
coherente, más o menos fluido, de elementos cotidianos concretos (un menú
gastronómico) o ideológicos (religioso, políticos), a la vez dados por una
tradición (la de una familia, la de un grupo social y puestos al día mediante
comportamientos que traducen en una visibilidad social fragmentos de esta
distribución cultural” (Mayol 2006:7), observamos en dicha aproximación una
exploración en la cultura en tanto dimensión, no obstante si bien nos
direcciona hacia lo cultural aún es una aproximación gruesa y requiere de
complementos para ser útil a una indagación más precisa.
Con todo nos parece que la cita
anterior nos ayuda a generar las condiciones para introducir una primera
aproximación definitoria al barrio y que a nuestro criterio funciona como unos
de los principales aportes teóricos del autor, como lo es la discusión de
carácter público del espacio barrial.
Al respecto Mayol plantea que el
espacio barrial es una porción del espacio público, paulatinamente privatizado
(Ibid:8) puesto el uso de ese especio no sería ni simétrico ni igualitario, lo
que en un proceso de apropiación desigual del espacio en la medida de que los
espacios sin usados distintamente por distintos grupos. La reflexión anterior
nos permite a su vez profundizar la perspectiva para pensar los barrios desde
las ciencias sociales y con ello sacudirnos de los prejuicios homogenizadores,
tanto en sus versiones negativas como y románticas. En ese hecho radica a
nuestro criterio el mayor aporte de la conceptualización de Mayol.
El uso del espacio y su
apropiación emergen como una de las dimensiones más relevantes del análisis del
autor, en ese sentido nos obliga a focalizarnos en aspectos pragmáticos y su
expresión socializada en el espacio barrial, en esa dirección nos propone una
aproximación corregida al barrio como concepto, al respecto lo señala como una
noción dinámica que requiere de un aprendizaje progresivo repetitivo y hasta
conseguir la apropiación del espacio (Ibid:10), a su vez destaca la complejidad
del proceso algo enmascarado por una naturalización cotidiana.
Es en este punto del texto en el
que conecta con su definición del barrio, como la progresiva privatización
del espacio público, idea teóricamente potente y que nos permite
potencialmente captar la diversidad y el conflicto en el contexto del barrio y
con ellos superar perspectivas homogenizantes del espacio social del barrio.
Siguiendo el análisis propuesto
por el autor, el barrio puede entenderse a su vez como una espacio dialéctico
entre lo individual y lo grupal en el que el proceso de privatización del
espacio público puede entenderse también como un proceso de prolongación del
espacio privado.
Volviendo en parte a la crítica
del escenario de las miradas académicas hegemónicas sobre el barrio en Chile,
me parece oportuno destacar una reflexión expresada, en ese sentido coincidimos
con el autor cuando plantea que “más que una superficie urbana transparente
para todos o estadísticamente cuantificable, el barrio es la posibilidad
ofrecida a cada uno de inscribir en la ciudad una multitud de trayectorias cuyo
núcleo permanece en la esfera de lo privado” (Idem:10), lo anterior nos da
cuenta de que la complejidad del barrio
no es un fenómeno que pueda ser reducido exitosamente a simplificaciones, sean
estas de la naturaleza que sean, en este punto insistimos en dos elementos, la
diversidad y el conflicto, estos entendidos tanto a escala interna como
externa.
Volviendo sobre la dialéctica
social que implica lo barrial entre los intimo y lo público, una de las
reflexiones que nos conecta con aquello es entender el espacio barrial como el
espacio de una relación con el otro, con la alteridad social, con lo que el
sujeto se ve cotidianamente envuelto en una densa red de signos (en el sentido
geertziano) preexistentes a el (en el sentido durkehemiano) y que dicen
relación con imaginarios relacionales,
morales e ideológicos así como también concepciones de territorialidad entre otro
factores.
El barrio es en la conceptualización
del autor una marca en el sujeto, el que
desde temprana edad lo reconocería como
un espacio social que marcaría al sujeto como un signo de pertenencia. Dicho
proceso ayudaría a confirmar la idea de un espacio “dentro” del barrio, el que
se diferenciaría un “afuera” del barrio, lo anterior puede, nos indica el autor
entenderse desde el uso del lenguaje cotidiano por ejemplo cuando se dice vamos
al trabajo, dicha frase nos remite a un salir del espacio del barrio y
adentrarnos en un espacio indiferenciado (o almenos eso parece), salir de un
espacio no determinado por los usos funcionales y si entregado a la
simultaneidad del sentido en el andar cotidiano de los propio.
Por su parte en el texto de
Gravano nos encontramos con una conceptualización de barrio que de entrada
introduce el factor de las relaciones segregadas en el contexto de la ciudad
como fenómeno capitalista contemporáneo, en ese sentido el autor destaca que el
barrio no es una realidad auto-contenida sino relacionalmente referida a una
totalidad, totalidad a la que se refiere en una relación desigual.
La construcción de los barrios no
podrían entenderse sin referir a los proceso de constitución urbana, en ese
sentido el autor destaca que la ciudad paradójicamente se habría constituido en
base e una imagen homogenizadora y totalizadora en tanto unidad, no obstante
las heterogeneidades internas se hacían cada vez más pronunciadas, “de las
que el barrio se constituiría en muestra, cuestionador de la unidad”
(Gravano 2003:254) con lo que mediante el barrio podemos capturar, o almenos
intentar una captura de las tensiones entre la homogeneidad y la
heterogeneidad, en un nivel en el que el pensar el barrio nos obliga a observar
las relaciones con la ciudad.
Creemos que en lo anterior tenemos
una importante herramienta crítica para repensar y discutir los barrios a nivel
local, partiendo del enfoque de las realidades autocontenidas tan corrientes en
los enfoques de política pública y en no pocas aproximaciones académicas
nacionales a lo barrial.
En esa perspectiva el considerar
relacional y dialécticamente el barrio no sólo nos ilumina sobre el papel de la
ciudad y sobre todo del centro sino que además permite concebir lo barrial como
una oposición al centro. Pero el enfoque dialéctico no sólo permite echar luces
sobre las asimétricas y dinámicas relaciones centro-periferia sino que además a
las relaciones dialécticas entre barrios.
Gravano destaca a su vez que el
aunque la variable más tangible es la espacialidad el barrio no constituye una
unidad exclusivamente física sino que debe ser considerada en su carácter
significante.
Por su parte las relaciones entre
centro y barrio dan luces sobre la relación entre el barrio y el estado,
relaciones en algunas veces marcadas por la carencia, la ausencia y el
conflicto.
Por otra parte el autor destaca
que la concepción del barrio como escenario serviría para enmarcar en el
ciertas problemáticas urbanas que tendrían un efecto estigmatizador y que
depositarían en los barrios el prejuicio social en la perspectiva del centro
urbano.
Gravano sostiene que las
transformaciones contemporáneas del capitalismo en su versión neoliberal
criolla se expresan en lo que el autor denomina la ruptura de las tramas
barriales clásicas. Al respecto podemos captar explícitamente uno de sus
principales objetivos, a saber complementar la teorías de la dependencia con la
intersubjetividad cultural en el contexto de lo barrial, con lo que el enfoque
de lo cotidiano, local y particular no pierde conexión con el paisaje estructural,
algo como el cruce de la biografía y la historia que planteara Wrigth Mills con
su clásica “Imaginación Sociológica” ya
en 1959.
Desde múltiples
perspectivas teóricas se corre el riesgo de simplificar la mirada y observación
de lo barrial, en ese sentido Gravano recoge una de las simplificaciones más
recurrentes de lo barrial, la que sitúa a lo barrial como fuente de valores que
lo oponen al caos urbano del “afuera” que implica el resto de la ciudad, lo que
ciertamente deriva en una idealización de lo barrial.
Sobre este aspecto el
autor plantea que el barrio debe ser descubierto, lo que requiere de superar la
tipificación del barrio en función de sus manifestaciones observables y
considerar sus aspectos intangibles (por ejemplo los ideológicos y axiológicos).
Ya considerando
“también” dichos aspectos invisibles es cuando el autor nos introduce en una
cuestionamiento que conecta directamente con nuestro objetivo, como es la
consideración de lo que el autor denomina heterogeneidades y contradicciones
internas.
El barrio como
fenómeno atraviese los espacios público y privado, lo individual y lo grupal,
es un espacio categorizado como de intersticialidad, este espacio de
intersección es social y representa un espacio de socialización que viene a
romper con el lazo de lo familiar (Gravano 2003:257), sobre todo en la primera
infancia supone un encuentro con una socialización secundaria en el espacio
complejo del barrio que puede complementarse, incluso conflictivamente (aunque
no necesariamente a nuestro criterio) con lo que el autor define como el lazo
familiar y que nosotros relacionamos a una socialización primaria. En esta
socialización secundaria, barrial se constituyen los imaginarios de
pertenencia, las “raíces” de lo barrial. Me parece importante destacar en este
punto nuevamente la noción de lo que hemos llamado desde el comienzo del texto
como diversidad y que Gravano con mejor criterio ha denominado heterogeneidad y
relacionarlo al conflicto o contradicción.
En relación a lo
anteriormente planteado se constituyen imaginarios diferenciados, por ejemplo
el de los “verdaderos vecinos”, un ideario idealizado asociado a la
transgeneracionalidad.
Sin embargo como
plantea el autor, en estos escenarios aparentemente idealizados están mediados
y atravesados por relaciones de poder aunque solo queda constatado puesto el
interés analítico del autor tiene otros derroteros. No obstante estos
escenarios idealizados sobre el barrio nos permitirían pensar y comprender
fenómenos que no son barrio, por ejemplo en las villas para el caso argentino.
Para el caso chileno este fenómeno no ocurre en la medida de que en el lenguaje
y el hable no es el barrio el términos sino el de población.
No obstante el poder
es importante y puede vincularse a la producción de sentido, en ese sentido
Gravano recurre ingeniosamente al referente de la semiótica de la cultura de Tartu, del que toma la noción del “poder
semiótico” lotmaniano para dar cuenta de que los imaginarios sociales no serían
la suma aritmética de los espacios representados sino que serían fruto de
contradicciones, pluralidad y desajustes de sentido.
Los imaginarios
pueden remitirnos a la discusión de identidad, de esta forma el autor plantea
la idea del barrio como constructor e identidades sociales, en este punto
introduce una idea interesante que elimina el riesgo de simplificar en demasía
el análisis, es así como “lo espacial sirve de marca para las identidades de
la misma manera que las identidades marcan lo espacial en el proceso de
atribución de sentido” (Ibid:259). Profundizando en el tratamiento que
Gravano hace de la identidad el autor nos dice que la identidad implica “referirse
a procesos de manipulación, control, simulación y ritualidad” (Idem)
optando por una concepción de la identidad como proceso de carácter subjetivo y
dinámico, llamando a ser precavidos contra una perspectiva quietista,
aislacionista y homogenizador de la identidad.
En relación a la
identidad como temática de discusión y sobre todo considerando nuestro interés
en las heterogeneidades internas, una de las dimensiones a nuestro criterio más
interesantes de lo resaltado por el autor como lo es la dimensión generacional,
en ese sentido una forma de heterogeneidad interna es la generacional. En esta
podemos encontrar diversos imaginarios e relación al barrio, jóvenes y adultos
enfrentan imaginarios que podrían representar una dialéctica generacional
referida al espacio social.
Lo anterior supone
una tensión más, permanente en la construcción de sentido barrial, en sus propias
palabras “la identidad social es el conflicto continuo entre su reproducción
y su ruptura.... sin peligro de ruptura
no hay modelo que apunte a la reproducción” (Gravano 2003, p-265), en
relación a dichas rupturas y al factor generacional, el barrio se constituye en
representaciones contradictorias entre los adultos (anclados en imaginarios
tradicionales) y los jóvenes quienes re significan y actualizan el barrio.
En esta tensión
encontramos un hilo conductor hacia otra tensión, la tensión entre el pasado y
el presente, el pasado no sólo puede ser expresado en los adultos sino que
también en la población de mayor data, los establecidos de Elias y Scotson
Las reflexiones
anteriores nos son útiles para comprender los fenómenos de las distintas datas
históricas de población, derivadas en el caso de Copiapó de las distintas
etapas productivas del modelo de “desarrollo” local en las últimas tres
décadas.
Por otra parte lo
generacional nos permite pensar problemáticas como las pandillas en determinados barrios
(poblaciones) locales y su relación compleja al interior de los confines del
barrio, situaciones invisibilizadas desde la observación externa, muchas veces
simultáneamente homogenizadora, estigmatizadora y amplificadora de ciertos
fenómenos.
En relación a dicha
amplificación de factores estigmatizantes desde las representaciones que desde
el centro se hacen de los barrios, podemos relacionarlo a la temática de la
producción ideológica y el conflicto interclasista, con esto remitimos a la
diferenciación urbana y los procesos de segregación y subordinación social al
interior de las ciudades.
Con dicha
consideración podemos volver ahora sobre la cultura como concepto, y como
dimensión, al respecto y conectando con la definición rescatada desde el texto
de Mayol y considerando las críticas que ligeramente esbozábamos creemos que
encontramos un buen complemento en las páginas de Gravano.
En dicho aspecto
podemos destacar como un acierto la incorporación de elementos semióticos de
raíz literaria (Lotman, Bajtin) que permiten considerar los aspectos simbólicos
sin desvincularlos de los aspectos históricos, a nuestro juicio fundamentales.
En dicho ánimo
adecuada nos parece el planteamiento lotmaniano de primero, analizar la
semiosis de los fenómenos para posteriormente instalarlos en un escenario o decurso
histórico, el que por cierto debe ser dinámico con los que el aspecto simbólico
del barrio en tanto aparato cultural
puede ser comprendido en un texto mayor, de características histórico
cultural, marxista en el caso del autor revisado, no necesariamente en el
nuestro sin embargo el análisis permite ambos análisis.
Es de esta forma como
el barrio se constituye a la vez en un símbolo en un discurso de mayor escala,
en sus relaciones con la ciudad lo que e incluye las relaciones entre barrios y
entre barrio y centro/barrio estado y simultáneamente expresa en su interior
contradicciones complejas, que en perspectiva del autor expresan los conflictos
estructurales y que nosotros jamos además abierta a una serie de tramas de
conflictividad sui generis, propias de las costuras, la artesanía particular de
su propio devenir como espacio social.
Un concepto
interesante en este punto de lo propuesto por Gravano es el de imaginalidad,
con lo que el barrio es capaz simultáneamente de construir y ser construido por
el imaginario social, con los que sus elementos territoriales, materiales y
ecológicos ocuparía en tanto elementos simbólicos un lugar en una trama
ideológica, la que a su vez remite a los vínculos de dichas imágenes y sus
ocupación del espacio barrial concreto. Una especie de ficción vivida, en la
que los elementos reales son articulados en un artefacto narrativo o esquemas convencionales de sentido siguiendo
a Hayden White, esquemas imaginarios pero que contienen un carácter
performativo, es decir se vuelven sobre su creadores y se expresan en el plano
de la praxis.
De esta manera tanto
los imaginarios externos, cargados de prejuicios y estigmas sobre el barrio
constituyen no solamente una forma discursiva sino que simultáneamente una
forma relacionarse antes el barrio y su población, un tránsito de lo
enunciativo a la pragmática en tanto realidad vivida a través del lenguaje, lo
que conectamos a los actos del habla de la tradición fundada por Austin (1955) y continuada por Searle entre
otros.
Lo anterior supone
una forma de entender el prejuicio desde el barrio mismo, ya sea de otros
barrios o del “centro hegemónico” de la ciudad y una forma de actuar en
relación a dicho imaginario.
Lo anterior nos ayuda
a comprender la distancia social, la que aparece al menos en el caso de barrios
Copiapinos como el de la “Población Rosario” en la que hemos tenido alguna
experiencia de campo aparece con una notable asimetría en relación a las
distancias físicas, si bien destacamos la mediación de algunas “fronteras”
físicas y materiales entre el barrio y la ciudad, estas tienen más un carácter
simbólico y no revisten una mayor dificultad de tránsito. Por lo demás la
distancia física real entre el barrio y el centro es mínima sin embargo su
distancia social se percibe como pronunciada.
Podemos introducir
siguiendo a Segura (2012), una conceptualización clásica de la antropología
como lo es el de distancia estructural de Evans Pritchard, a propósito de su
clásico estudio “Los Nuer” para comprender el fenómeno planteado. Al respecto
la distancia social o estructural si seguimos lo propuesto por Evans-Pritchard
como una construcción social que construye la su vez las prácticas de los
sujetos.
Por otra parte
volviendo a las heterogeneidades internas, los distintos imaginarios y
discursos también suponen heterogéneas formas de construcción del espacio,
tejidos semióticos divergentes y acompañados por formas pragmáticas de vivir el
espacio creado. Lo anterior se constituye en una herramienta de relectura
crítica para comprender diversidades internas y matices de sociabilidad, tanto
en consenso como conflictividad.
Al respecto creemos
podemos utilizar las reflexiones tratadas para examinar críticamente los
imaginarios del barrio, hegemónicos en los monopolios de pensamiento nacional y
local, tanto estatales, técnicos como académicos.
En relación a los
sesgos mencionados al comienzo de este texto creemos que algunas de as
reflexiones y las organizaciones de segundo orden derivadas de la selección
conceptual y teórica nos permiten almenos avanzar en la búsqueda de
alternativas a la hegemonía teórica en relación a temáticas de comprender la
ciudad, constituyen un paso pequeño pero un paso al fin con el objeto de ir
delimitando una propuesta hermeneutica de la ciudad, que considere los factores
intangibles de la vida social y sus complejas relaciones a la totalidad
dialéctica (Gravano 2003:269) que motoriza las construcciones locales en un
continuo en movimiento de la cultura, enmarcado en un tejido de contradicciones
posibles.
A manera de cierre
creemos que la discusión planteada nos dejó en un estado de avance, aunque
modesto pero mejor posicionados en el manejo de herramientas teórico
conceptuales. Simultáneamente pudimos
aproximarnos a una discusión de la heterogeneidad y las contradicciones
(Gavano), elementos interesantes los que pudimos relacionar a las formas de
privatización y apropiación del espacio público, también entendida como un
referente dialéctico entre los social y lo individual.
Por otra parte nos
parece importante el aporte de ambos textos referidos en la medida de que
ayudan a rupturar la conceptualización del barrio como un artefacto meramente
material y físico, de implicancias principalmente económicas, propiciando en
contra partida una atención importante a sus aspectos ideológicos, axiológicos
y representacionales organizados en el espacio, como señalara el profesor
Segura “lo que tiene importancia social no es el espacio en si, sino el
eslabonamiento de las partes en, producidos por factores sociales” (Segura
2012), es decir y volviendo a un enfoque lingüístico, es la sintaxis de los
elementos del espacio, lo que a su vez nos remite a una forma semántica
específica y por cierto como lo hemos destacado en este texto una forma pragmática.
Lo último nos deja en
pie de continuar la exploración de lo urbano mediante conceptualizaciones del
lenguaje, no obstante dejamos nuestra revisión hasta este punto, pues creemos
hemos completado esta etapa de la discusión.
Referencias
-Gravano Ariel.
“Antropología de lo Barrial: Estudios sobre la producción Simbólica de la Vida
Urbana” (Espacio 2003).
-Mayol Pierre. “El
Barrio” Cap I “La Invención de lo Cotidiano 2. Habitar, Cocinar” (Universidad
Iberoamericana 2006).
-Durkehim Emile. “Las
Reglas del Método Sociológico”. Cap II Reglas Relativas a la Observación de los
Hechos Sociales. (Ediciones Libertador 2010).
-Segura Ramiro.
“Clase N°2 Seminario de Antropología Urbana: Clasificaciones Espaciales,
Configuraciones Socioespaciales y Efectos de Lugar”. Maestría en Antropología
Social FLACSO 2012.
-White Hayden. “La
Ficción de la Narrativa: Ensayos Sobre Historia, Literatura y Teoría”. Eterna
Cadencia 2011.
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