Un escrito del año pasado nunca publicado, lo compartimos antes de que añeje.....
Preámbulo
Chile ha
cambiado, no es otro pero ya no es el mismo. Esta aparente paradoja
en realidad puede dejarnos algo puesto los procesos de movilización
social tanto derivados de las temáticas ambientales como
educacionales han supuesto transformaciones cualitativas de gran
importancia, las que son aparentemente menos vistosas que los cambios
cuantitativos esperados, no obstante eso los hace más interesantes
para la ciencia social y muy relevantes para el necesario proceso de
construcción de ciudadanía en nuestro país.
Lo cierto
que como ciudadano y también como cientista social creo que los
procesos y las discusiones abiertas por la movilización social deben
todavía profundizarse, es decir aún queda mucho por hacer tanto en
lo ambiental como en referente a lo educacional, en dodos los
sentidos, queda bastante trapo que cortar sin embargo quiero
detenerme en aspectos subyacentes de los procesos vividos durante el
año pasado y parte de éste año en relación a analizar
cualitativamente las transformaciones de éstos fenómenos.
Antes de
que asumiera el presidente Piñera tuve la hipótesis que al asumir
su mandato era muy probable la generación y multiplicación de algunos conflictos sociales, no necesariamente
debido a que se produjesen cambios objetivos, es decir no pensaba que
hubiesen cambios sustantivos respecto de lo realizado por la
concertación en los veinte años en los que estuvieron en el
gobierno, de hecho ha sido un gobierno más bien de continuidad a lo hecho por sus "opositores", más bien mi impresión e hipótesis era que probablemente se
produciría un giro en la subjetividad, y que éste giro subjetivo
iba a ser además incentivado por la concertación ahora como
oposición, sobre este último fenómeno tenía bastante seguridad
del oportunismo de dicho sector político.
Pero más
relevante y a la vez misterioso que lo anterior resultaba el factor
de energía reprimida debido a la camisa de fuerza que la
concertación practicó, durante sus veinte años en el gobierno
mediante operadores políticos en el mundo social, sindical y
estudiantil se liberaría en un eventual gobierno de la derecha y
según algunos analistas agregaban a mi hipótesis estallaría, en
sucesivos focos de conflicto. Un escenario con despligues de subjetividad muy diferentes podía hacerse presente, cabía estar atentos ante aquello.
Esas
primeras hipótesis no pudieron ser comprobadas puesto el año 2010
comenzó con un hecho que cambiaría el escenario, tanto del estado
como de los actores sociales en general, el terremoto de febrero de
2010.
El
impacto dramático del terremoto supuso un necesario cambio de la
agenda, en la medida de las múltiples urgencias que dicho movimiento
sísmico y su consecuente tsunami produjo.
Posteriormente
el 2010 siguió con la situación archi-mundialmente conocida del
rescate de los 33 mineros lo que también contribuyó a generar
condiciones muy sui generis para el 2010.
Sin
embargo dichas condiciones particulares observadas durante el 2010
tendían a enfriarse y diluirse entrando el 2011, lo que permitiría
el fin de la “tregua social” que la ciudadanía había otorgado a
este nuevo grupo gobernante.
Lo que
sigue está instalado ya en la historia, el año 2011 que como
planteábamos se inició con las movilizaciones ambientalistas,
movilizaciones que lograron instalar la discusión pública en la
temática ambiental y en particular en el cuestionamiento de la
generación de energía termoelétctrica.
Meses
después observaríamos una de las más amplias movilizaciones
estudiantiles de la historia, movilización que pondría en entre
dicho al lucro, al endeudamiento familiar y la calidad en la
educación chilena.
Al
respecto y como centro de nuestro análisis, quiero detenerme en este
punto, en el que recuperaré la hipótesis anterior, puesto la
disolución de las condiciones excepcionales del 2010 permitirían un
análisis en la lógica pensada originalmente.
La tesis
central es la del giro subjetivo, es este giro el que representa el
principal cambio en el Chile actual, lo que se transformó fueron las
condiciones de la subjetividad colectiva.
Acto
Primero
Algo de
Historia Reciente: La Energía Reprimida.. una camisa de Fuerza
Para
comprender las cualidades del cambio es necesario hacer algo de
historia, mucho de lo que ha cambiado tiene que ver en más de un
sentido con la concertación. Lo anterior debido que durante los
últimos veinte años de gobierno concertacionista y muy ligado en
sus comienzos al miedo a la saliente dictadura se instauró un modo
de hacer en política, evitar el conflicto por miedo a los militares,
la democracia era aún un intento frágil.
Aunque la
timidez y el miedo inicial se matizaron con el tiempo, la evitación
del conflicto se institucionalizó en el tiempo, y éste proceso fue
funcionalmente aprovechado por la máquina política de la
centroizquirda, llegando a ser una de las características
definitorias del periodo.
Hay un
elemento central y es a nuestro criterio el tendido de la red
política de la concertación a través del mundo social. Esta
situación es según creemos muy relevante, debido a que durante
veinte años los operadores políticos al interior de organizaciones
sindicales y en muchos casos estudiantiles de varias maneras hicieron
contención de la energía producida por la insatisfacción de
demandas ciudadanas, sociales y ambientales durante el periodo. Esta
contención operaba mientras que esta energía solo crecía.
Otro
factor no menos importante aunque secundario en nuestro texto es el
miedo general del periodo, con primeros años cargados de miedo, una
nueva democracia con miedo no solamente a las cúpulas militares sino
que contradictoriamente también con miedo a la misma democracia.
Lo
anterior puede ser entendido aunque no justificado en el trauma de la
dictadura y sus aberraciones y múltiples atropellos, nos obstante no
puede entenderse el periodo con dicho elemento como una condición
importante de la subjetividad de la época.
El
traspaso del gobierno al interior de la misma coalición
(concertacionista) permitió mantener dicha represión
institucionalizada de energías, es por eso que ocupamos la metáfora
de la camisa de fuerza, creemos que podemos pensar los veinte años
de concertación como un periodo de contención de energías en
relación a la participación social y sobre todo política. La época
de la política del consenso quedaba inaugurada y en vías de su
consolidación como paradigma político. Por cierto este consenso
además suponía una forma de operación matemática particular, en
la que un sector político (la derecha) quedaba equiparado en
prácticamente una mitad de representación política pese a sr
siempre minoría, la curiosa matemática binominal, toda una rareza
mundial, para los record guiness que tanto gustan por estas tierras.
Ese
antecedente es necesario para comprender el contexto de historia
sociológica en la que opera la hipótesis que busca explicar los
cambios analizados.
Si
consideramos que en el periodo de “camisa de fuerza”
anteriormente mencionado, la represión de las energias y la
contención de las demandas generaron una separación del ejercicio
político entre dos de sus dimensiones más importantes, por una
parte quedaría la “política” institucional formal, la de los
partidos y la de la cooptación del estado en tanto instrumento; y
por otro lado el ejercicio de la participación social de la
ciudadanía. En ese sentido no sólo estas dos esferas quedan
separadas, sino que la participación es deslegitimada como medio
válido de hacer política desde las estructuras convencionales, lo
anterior nos ayuda a comprender varios fenómenos que mencionaremos
luego.
Como
argumentábamos, en estos veinte años la participación ciudadana
fue dejada al margen desde la hegemonía de los operadores tanto del
estado como del mercado, lo que llevó a un proceso que
marginalizaría (también desde los medios de comunicación) las
expresiones sociales en el espacio público, es decir que de una
forma tácita, velada (como es habitual en Chile) se terminaría por
institucionalizar una práctica, la que en cierto grado proscribiría
a la movilización social como forma de acción política.
El nuevo
discurso , la episteme
del periodo siguiendo a Foucault instalaría una traducción de la acción política en
el espacio público como desorden y como una actividad riesgosa, lo
anterior en un marco de transición aparente o débil frente al poder
militar.
En ese
escenario es que las movilizaciones sociales durante el periodo
concertacionista terminaron asumiendo un carácter netamente ritual,
antropológicamente podríamos decir que el mito se divorciaba del
rito, de esta forma durante aquel periodo cada año las
organizaciones realizaban las marchas en una suerte de
estacionalización de las movilizaciones (inicio del año de clases,
el 1° de mayo, la cuenta pública el 21 de mayo etc), el periodo de
movilizaciones se reducía a unas cuentas fechas en el calendario,
descontando una que otra coyuntura el resto se inscribía en un
calendario ritual. Esta ritualización en el sentido de la crítica a
la burocracia pudo ser en parte importante por el alejamiento de la
“política” (comillas no casuales) de la praxis social.
Esta
suerte de proscripción de la movilización social como herramienta
legitimada ayudaría a consolidar en el imaginario social que la
política es la actividad de los políticos, una profesión y que
convertiría en una actividad exclusiva de los militantes mejor
instalados en las redes de poder, mientras que la movilización
social era socializada como desorden público, o en los discursos
menos alarmantes muy acentuadamente como un riesgo de desorden, en el
espacio público pero nunca como una actividad “política”,
puesto esta se transforma en el periodo en una actividad gremial
monopolizada.
Lo
anterior nos ayuda a interpretar la deslegitimación en la que la
política formal se encuentra en el momento actual, puesto la
política profesional en tanto gremio especializado optaría
decididamente por la legalidad de la forma, dando la espalda a
la legitimidad del contenido, representado para estos efectos
en el espacio público.
Acto
Segundo
El
Cambio de Piel: Recambios Generacionales y Comunicativos
Otro de
los factores que están a nuestro criterio operando en éstos cambios
cualitativos que hemos experimentado es el recambio generacional y
las nuevas formas de sociabilidad contemporáneas, elementos que en
sus respectivas dimensiones también suponen giros importantes, lo
anterior puesto las movilizaciones del año pasado tuvieron como uno
de sus diversos protagonistas a toda una serie de cohortes bastante
jóvenes, básicamente nacidos en democracia por lo que hablamos de
una generación que rompe con la herencia cultural del miedo,
esta última, superviviente de la dictadura y de los primeros años
de la democracia transicional.
Esta
ruptura con lo que hemos llamado la herencia cultural del miedo
tiene como consecuencia observable una diferencia sustancial respecto
a las generaciones inmediatamente anteriores, a saber los nuevos
jóvenes no tienen miedo, por ahí hay frases que recordaban las
ingeniosas paradojas del mayo del 68 francés y que dan cuenta de
éstas diferencias como por ejemplo carteles en las marchas en las
que se leen eslogan como “nos tienen miedo porque no tenemos
miedo”, lo anterior funciona como un ejemplo de éstos nuevos
paradigmas, propios del ingreso creciente de las generaciones más
jóvenes a una forma rearticulada de vivir y hacer lo político.
El cambio
de gobierno no sólo supone el cambio de una coalición por otra sino
que también coincide con la temprana madurez de nuevas generaciones
que no vivieron la dictadura, lo que implica un cambio en el
escenario de los actores sociales, que en una fracción creciente van
incorporando a jóvenes y adolescentes.. y que para los políticos
del gremio representan una aproximación a lo desconocido puesto se
asoman desde lo lejano de un viejo paradigma, sin las necesarias
herramientas de traducción cultural.
La
tecnología resulta esencial para pensar este nuevo escenario, en
relación a lo anterior podemos referirnos por ejemplo a los cambios
comunicativos, podemos reflexionar sobre la virtualización y la
colectivización digital de la información gracias a las redes
sociales.
De hecho
no es aventurado plantear que no podemos pensar las movilizaciones
ambientales que inauguraron la movilización social el 2011 y que
cuestionaron la instalación de las centrales termoeléctricas en el
norte chico sin la difusión realizada a través de la red social como Twitter, esta red social fue
central en la tarea de socializar la información y la instalación de la temática en la opinión pública..
Lo mismo
puede ser analizado en relación a las movilizaciones por la
educación y la utilización de la ultra popular red social faceebook
(sobre todo en Chile). La utilización personalizada y la filosofía
del youtube, el broadcast your self, el hágalo usted mismo, caló
hondo en las comunicaciones, con lo que asistimos a un proceso que ha
tomado unos cuatro años en los que los ciudadanos nos hemos
independizado de la prensa formal, en este sentido la figura del
reportero ciudadano ha llegado a ganar espacios incluso en la TV.
Estos dos
fenómenos se cruzaron ayudando a generar condiciones de ejercicio de
la subjetividad distinta a las de años anteriores.
La tecnología y sobre todo las redes sociales han contribuido a disponer de espacios de sociabilidad, los que deben sumarse a la complejidad de las nuevas masas sociales, compuestas por componentes trasngeneracionales en las que las nuevas generaciones han tenido un importante papel.
El espacio virtual en tanto fenómeno social, si bien no es fundamental en los hechos de los que este escrito trata, si es un componente que debe ser al menos consignado dentro del análisis. Al respecto es interesante recordar mucha hipótesis fatalistas y flagelantes sobre los efectos de la tecnología y las redes sociales en los jóvenes generaría sujetos alienados de la realidad, los hechos muestran que ese pesimismo radical debe ser dejado de lado, la sociabilidad virtual ha sido un fenómeno que no sólo ha demostrado su alcance en las sociabilidades, sino que para el caso de las movilizaciones contemporáneas ha entregado una herramienta de socialización y tejido de esfuerzos antes disgregados.
El espacio virtual en tanto fenómeno social, si bien no es fundamental en los hechos de los que este escrito trata, si es un componente que debe ser al menos consignado dentro del análisis. Al respecto es interesante recordar mucha hipótesis fatalistas y flagelantes sobre los efectos de la tecnología y las redes sociales en los jóvenes generaría sujetos alienados de la realidad, los hechos muestran que ese pesimismo radical debe ser dejado de lado, la sociabilidad virtual ha sido un fenómeno que no sólo ha demostrado su alcance en las sociabilidades, sino que para el caso de las movilizaciones contemporáneas ha entregado una herramienta de socialización y tejido de esfuerzos antes disgregados.
Lo
anterior resulta fundamental a nuestro criterio sin embargo para los
fines de este texto se escapa a nuestro objetivo analítico, sin
embargo debe ser consignado como un elemento más en el escenario
global de los cambios cualitativos a los que asistimos, sin embargo
nos dejaría dejar una pregunta abierta, para ser explorada
posteriormente y es posible un espacio de sociabilidad en lo
virtual?.
Acto
Tercero
El
Factor Piñera: Alteridad y el Antagonismo de la Dialéctica
Las
ciencias sociales han discutido muy profundamente sobre el otro, para
aquello han dado cabida a un concepto, el de alteridad para referir a
la construcción identitaria en función de un otro, ya sea
individual o social.
La
psicología social estudiaría la construcción de psicológica de la
identidad entendida como parte de un proceso social, la antropología
tomaría nota del encuentro de los primeros antropólogos con los
otros, con diversos otros, algunos oceánicos, africanos y
posteriormente también nativos americanos, los que desde la
diferencia contrastarían con los observadores occidentales.
Estas
lecciones sobre la alteridad también han sido recogidas por la
sociología, aunque aún con ligereza según creemos. Recogiendo la
discusión creemos pertinente aplicarla a los fenómenos políticos,
y en ese sentido nos parece que el factor Piñera como elemento de
alteridad, también es relevante en el análisis sobre los cambios de
las condiciones cualitativas que observamos han cambiado.
Si
pensamos en el periodo de la camisa de fuerza (anteriormente
referido) y la acción de contención de las redes de gobierno en el
mundo social durante las últimas dos décadas.
El cambio
de gobierno en 2010, supone un hito aunque gatopardista en lo
objetivo no menos importante en la esfera subjetiva, y sobre todo en
sus potencialidades de rearticulación discursiva. Este cambio, en el
que se traspasa el mando a la derecha y sobre todo el periodo de
normalización que se produce entrando al 2011 permitieron en alguna
medida contrastar y reflexionar sobre la hipótesis puesto los
factores coyunturales que osbtaculizaban el análisis se
regularizaban.
En el
escenario 2011-2012 la condiciones para las que fue pensada la
hipótesis eran las medianamente propicias, algo al respecto comente
el año pasado, en una jornada de reflexión sobre las movilizaciones
estudiantiles a la que me invitaron algunos dirigentes estudiantiles
y sociales acá en Copiapó.
En este
punto varios son los elementos que permiten pensar en un nuevo
escenario, primero que ya no es la centro izquierda sino la derecha
nuevamente en el poder y por sobre todo el factor del personaje
Piñera, al que debemos sumarle el rol de presidente y lo que el
análisis de ambos elementos en conjunto permite.
Lo
anterior debe ser entendido en un escenario general en lo estructural
en el que no ha habido cambios sustantivos en relación a los
gobiernos de concertación. En ese sentido estamos de acuerdo con
quienes señalan que no hay mayores diferencias entre los gobiernos
de la concertación y el de la derecha, objetivamente no son
significativos si es que los hay. No obstante si planteamos que con
este cambio se generan las condiciones de posibilidad de nuevas
configuraciones subjetivas y con ello el germen de los cambios
subjetivos a nivel social y en consecuencia también políticos.
Volveremos
al factor Piñera pero antes nos introduciremos algo más en ideas
sobre el lenguaje, la cultura y lo político.
En esta
interesante dimensión en la que nos interesa detenernos algunas
líneas, en este aspecto creemos que podemos entender lo social y lo
cultural como fenómenos humanos constituidos como tales a través
del lenguaje. En ese sentido el discurso en sus múltiples
conceptualizaciones nos es de gran utilidad para interrogar los
fenómenos políticos contemporáneos.
En
relación al cambio que objetivamente sindicamos como gatopardista,
esto es, el cambio los inquilinos de la moneda de concertacionistas
por aliancistas no representa como ya indicáramos cambios objetivos
sino posibilidades de cambio subjetivos. En esta dirección es que
planteamos que lo que opera es la posibilidad de desestabilización
del discurso, a posibilidad de una nueva episteme, la posibilidad de
nuevas regularidades discursivas.
En esta
dimensión si bien los cambios operan a nivel intangible no son menos
relevantes puesto como todo fenómeno del lenguaje implica
expresiones en los planos de la sintaxis, la semántica y la
pragmática, es decir en la organización de los elementos del
discurso, las significaciones sociales y los efectos en la praxis,
todos estos fenómenos operan simultáneamente en la cultura como
fenómeno mediado en el leguaje.
Al
respecto del cambio de gobierno supuso la incorporación de algunos
elementos que permitieron una nueva sintaxis discursiva, nuevos
significados y la “posibilidad” de nuevos aspectos de praxis
social y política.
Piñera
en tanto factor, se constituye en un significante resignificado en su
rol de presidente, al respecto este personaje representa
características particulares, principalmente el ser un empresario,
además no es cualquier empresario sino que es uno millonario,
incluso algunos creemos que es más bien un inversionista que un
empresario y como factor no menor, a toda su representación
simbólica en términos del poder del mercado su condición de
presidente significa además la conquista del estado y del poder del
monopolio de lo público.....creo que en términos de condiciones de
subjetividad acá hay un cambio relevante, pues se constituye en un
otro, es una expresión de la alteridad para el mundo social,
mundo que había estado por años contenido y que ahora encuentra una
condición subjetiva propicia para su auto concepción como sujeto
social.
Foto: El Ciudadano. Noticias que Importan |
El
presidente Piñera se constituiría como un otro ideal, sobre todo si
consideramos las reflexiones de las secciones anteriores de ésta
columna, es decir se constituiría en un otro ideal para la
consolidación de la acción política desinstitucionalizada de la
ciudadanía, acá encontramos la forma de praxis.
A lo
anterior hay que agregarle que si en veinte años la energía fue
reprimida en parte desde los infiltrados del mundo político, debemos
considerar que no había un otro social, un sujeto de alteridad, un
objeto de liberación de energía y el presidente Piñera vendría a
cumplir dicha función para el movimiento social, se transformó en
un objeto para la liberación de la energía reprimida, su imagen de
empresario millonario motivaría tanto la expresión de energía de
las cohortes anteriores (liberación de energía), ya cansadas de la
dinámica agotada del manejo de la política como una actividad en
evidente divorcio de la ciudadanía como de las cohortes más jóvenes
quienes son parte de una paradigma emergente que muy poco tiene que
ver con los anteriores y que no tendría miedo en el espacio público.
Un
movimiento social en tanto sujeto colectivo requiere de una otredad,
Piñera se constituyó en su sujeto de alteridad.
Como
planteaban Laclau y Mouffe (1985) no es posible una perspectiva y una praxis
radical sin un antagonismo, tenemos acá a la vieja y querida
dialéctica, ahora en una nueva re-interpretación contemporánea, si
se quiere posmoderna.
Podemos
entender parte de este proceso como un fenómeno social en que la
construcción de identidad y alteridad no dejan espacios a la
claridad de la lógica formal, decantando por una forma plenamente
dialéctica, compleja y en conflicto.
Las
condiciones subjetivas se presentaban distintas y a su vez
engendrarían diferenciación en el proceso.
Acto
Cuarto
Movilización,
Democracia y Nuevos Paradigmas
Los
cambios cualitativos tienen que ver no sólo con las condiciones
locales (nacionales) sino que se enmarcan en alguna medida de
dinámicas históricas de mayor alcance:
La mal
leída condición de posmodernidad, anunciada desde Wrigth Mills
(1959)1
pero difundida mundialmente por Lyotard (1979)2
y también el post estructuralismo, especialmente en sus vertientes
francesas nos ayudan a interpretar un mundo distinto, un mundo en el
que las instituciones independiente de sus operadores pierden
consistencia, enfrentamos en diversas medidas crecientes procesos de
desinstitucionalización, tensiones crecientes entre el individuo y
la sociedad como entre otros ha sugerido Touraine (1994)3,
además de una diversificación de los discursos y de sujetos de
enunciación, en una polifonía discursiva, una heteroglosia que
tensiona la homogeneidad que emana desde las instituciones y sus
praxis disciplinantes.
Esta
proliferación de la diversidad tiende a resaltar y relevar las
particularidades ahogadas por las instituciones modernas,
estacionadas en el reciclaje del principio de identidad de
Aristóteles.
La
rigidez y la homogeneidad de las instituciones se fracturan por la
diversidad de discursos minoritarios y contrahegemónicos, lo que
lleva a un paisaje cualitativamente distinto desde la perspectiva del
análisis sociológico.
Es en ese
marco general el que podemos comprender los efectos de los procesos
sociales que estallan, o que más bien germinan y brotan en Chile a
partir del año pasado (2011, debido a que el escrito es del 2012), los que si bien aún no cumplen sus demandas
reivindicativas, significan un importante giro, no sólo político
sino que también de renovación cultural, puesto ha iniciado
procesos de cambio a partir de nuevas condiciones subjetivas. Es
cierto es sólo el inicio, si aceptamos las reflexiones planteadas
anteriormente como teóricamente válidas.
Desde una
perspectiva funcionalista podemos establecer una analogía entre los
objetivos, sus pretensiones y las consecuencias en tanto movimiento
social y el tratamiento que se ha realizado de las funciones en el
estructural funcionalismo estadounidense, al respecto podemos
plantear que si bien los objetivos, representados en gran parte de
las demandas reivindicativas que constituyen el programa del
movimiento social no se han cumplido y no han sido satisfechas, es
decir su función manifiesta, declarativa aún no ha sido
materializada, sigue pendiente, por otra parte podemos identificar
los cambios cualitativos que comienzan a brotar con las funciones
latentes, estas consecuencias no necesariamente buscadas pero que si
se producen, reflexión que se deriva de las ideas ya clásicas de
Merton (1949)4.
Por otra
parte creemos que las reflexiones que hicieran muy tempranamente
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en 19855
sobre su tesis de la democracia radical, justificando esta como un
objetivo factible, no sólo son pertinentes sino que además son
coherentes en varias dimensiones (aunque destacamos que no es recomendable des-especifizar dichos fenómenos)con los procesos políticos posmodernos en general que
hemos observado (indignados en España, la primavera árabe y otras
movilizaciones similares en el concierto internacional) y el chileno
contemporáneo en particular que ya hemos al menos mencionado.
Al
respecto la deconstrucción de las categorías clásicas de sujetos
históricos y políticos, como por ejemplo la “clase” y sus
derivaciones marxistas como la clase obrera revolucionaria, no solo
ha sido deconstruida desde lo lingüístico sino que desde la praxis
puesto que ha ido dejando paso no sólo a la necesaria emergencia de
nuevos discursos y sus sujetos, los que antes fueran absolutamente
invisivilizados por las ortodoxias modernistas liberales y
socialistas (mujeres, indígenas, jóvenes, ambientalistas localistas
etc), sino que también rescatamos su tesis del encuentro y alianza
de los sujetos diversos incorporados a un juego dialéctico de
oposición a las formas comunes de subordinación social.
En
palabras más simples la radicalización de la democracia supone una
alianza de las diversidades existentes en la sociedad civil, en
contra de las formas de subordinación que les son comunes a los
diversos sujetos de los discursos emergentes. Se requiere tanto de
anular la identidad ficcional de las categorías clásicas, las que
invisibilizaban y anulaban la pluralidad de la sociedad como también
del a veces complejo trabajo de búsqueda de objetivos comunes en la
diversidad.
Puede ser
pertinente revisar en este punto el manoseado concepto del consenso
social, puesto desde la retórica tradicional esta noción aparecía
así como una oveja... pero en realidad podría ser un lobo, un lobo
disfrazado, la deconstrucción permitía entender al consenso como un
significante que puede ser sacado de su centro de significado en un
discurso y con ello develar lo no dicho, sus omisiones, muy
pertinente me parece recordar que toda “forma de escritura es
simultáneamente una borradura” como decía Derrida , es una
exclusión consolidada, en un discurso que busca una estabilidad
permanente, la que considerada como una categoría hegemónica
impuesta desde un discurso homogenizador implicaría el fin de la
política y de la ética (Derrida 1998) .No obstante cabe destacar
que desde esta perspectiva cualquier forma consensual supone una
clausura de lo político, la democracia y lo político en un contexto
democrático suponen la imposibilidad de cierre, con lo que se
posibilita la competencia y el conflicto, y con ello lo político
como planteara Laclau (1998)6.
Otra
condición claramente posmoderna o posmarxista destacada por los
autores es la renuncia a las concepciones lineales de la historia lo
que no supone una negación del conflicto sino su instalación en una
marco orientado más en la noción del devenir de lo incierto que en
el futuro predecible (recogiendo las ideas de Derrida sobre el
tiempo).
A lo
anterior debemos agregar la elaboración de formas propias y
emergentes de la espontaneidad no institucional como mecanismos de
acción y sociabilidad política, la nueva política radical emerge
desde los márgenes de la política formal, las movilizaciones
chilenas del 2011 comparten gran parte de dichas cualidades, tanto el
Punta Arenazo del verano del 2011, como el salvemos Punta de Choros,
como el no a Castilla, la extensa movilización nacional por la
educación y por cierto la reciente y exitosa movilización de los
vecinos de Freirina y por cierto la larga serie de movilizaciones en
contra de la termoeléctrica Castilla en Totoral, han sido
movimientos que han emergido combinando ciertamente un importante
componente de fuerzas que venían desde los márgenes antes
proscritos de la política, los que en su mayoría no han sido
fundados en la estructuración institucional y en todas ellas vemos
una confluencia de sujetos y discursos diversos y plurales que en la
unión se oponen, antagonizan a una forma común de subordinación
que los ha aquejado.
No
obstante para ser justos es necesario destacar que estos también se
han combinado con bases políticas, sindicales más convencionales.
Final!!
Conversaba
hace unos días con una colega la que me decía que los movimientos
sociales no servían, que lo que era necesario era el diagnóstico
técnico, ante lo que le dije que si observábamos muchos de los
cambios positivos en las políticas públicas y las legislaciones que
han beneficiado a la población, no puede desconocerse que muchos de
ellos han sido motivadas por la movilización social, por la calle y
no por la voz de los técnicos. En ese sentido, mi interlocutora
puede entenderse como parte de un discurso en el que lo político
excluye la movilización y por lo mismo da cuenta de imaginarios
sociales reales.
Me parece
que las movilizaciones han logrado avanzar en proceso de legitimación
de una forma de acción antes solo ritualizada, y que ahora es dotada
de un nuevo contenido mítico, de un reencuentro del rito y el mito.
En ese
sentido, mi interlocutora puede entenderse como parte de un discurso
en el que lo político excluye la movilización y por lo mismo da
cuenta de imaginarios sociales reales.
El conflictivo caso
del proceso de cierre de la planta de agrosuper en Freirina es el mejor ejemplo
de ello, un nuevo paradigma se podría estar gestando, un paradigma
en el que la ciudadanía amplia y también diversa, levanta su voz y
altera las agendas de gobierno, transforma realidades o cuando menos
aspira decididamente a hacerlo, denotando una intencionalidad
política de mayor claridad. Aunque por otra parte siendo científicos
creemos que las condiciones de Freirina son sui generis y no pueden
ser extrapoladas a otros contextos mecánicamente, no obstante dan
cuenta de fenómenos que expresan lo argumentado en secciones
anteriores.
En algún
momento estos procesos de radicalización pueden encontrar barreras
en algunos contextos en función de dinámicas culturales, las que
sin embargo pueden y deben ser primero estudiadas y comprendidas y
luego superadas o mitigadas con inteligencia, como en el caso de
nuestra ciudad Copiapó en la que la situación ambiental sobre todo
hídrica hace necesario el involucramiento activo y crítico de la
sociedad civil. Contemplando las dificultades que el caso copiapino
ha presentado histórica y coyunturalmente a tales desafíos.
Es
necesaria una recuperación de la voluntad reivindicativa, también
de la participación y el encuentro social de la ciudadanía, pero
esto requiere de ensayos de fórmulas de praxis novedosas y
arriesgadas y de actores y grupos resistentes a las dificultades que
presenta toda vía exploratoria. Sobre todo de pensamiento
estratégico, para trascender los limites históricos de la minoría
ciudadana organizada, es necesario saber llegar al ciudadano sin
organización, situación que en alguna medida el año pasado se
logró, lo que hace imperativo no retroceder en dicha dirección y
pensar y repensar las formas de comunicación con la ciudadanía
atomizada.
No
obstante lo mucho que queda por transitar en este proceso recién
iniciado creemos que las movilizaciones del año 2011 y por cierto
las actuales suponen un giro subjetivo, cualitativo que implican una
oportunidad de una nueva política. Somos lo mismo pero ya somos
diferentes, por lo que para cerrar repito lo que use para abrir y
vuelvo a la frase con la que inicié la columna, Chile no es otro
pero ya no es el mismo.
Para
cerrar, y habiendo explicitado mi posición frente a los nuevos
fenómenos políticos es claro que quien suscribe sospecha de las
estructuras y del papel de las instituciones, no obstante considero
necesario no facilitar una lectura maniquea del fenómeno
político actual en Chile, lo último que pretenderíamos es forzar
una senda de tercero excluido, donde se establezca una dicotomía
entre lo nuevo y desinstitucionalizado y lo viejo, lo
institucionalizado, nada más lejos de nuestra posición.
Al
respecto no pretendemos homogenizar el discurso ni tampoco la
demonización automática de las instituciones modernas de las que
desconfiamos, ni mucho menos descartarlas puesto comprendemos el
carácter híbrido de los social, en el que la coexistencia de formas
de distinta data y naturaleza es parte de la dinámica social.
Apostamos no obstante, por una emergencia de nuevas formas de vivir
lo político, nuevas formas de politización, las que discuten el
monopolio de la política profesional, en un desplazamiento de lo
político. Este desplazamiento creemos es una oportunidad, una re
oxigenación social del ejercicio de las aspiraciones públicas, la
posibilidad de quiebre en el monopolio de lo político, en ningún
caso una garantía.
Al
respecto nos parece necesario introducir una última reflexión, ésta
apropósito de la tentación progresista a la auto mitificación de
cualquier manifestación de fuerza social, esto debido a que dicha
tentación puede llevar ciegamente a una bifurcación entre dos
caminos, los dos inadecuados a nuestro criterio, como lo son el
autocomplaciente, en el que el 2011 pueda interpretarse como el
despertar de una continuidad histórica de lucha social que conecté
en una continuidad artificial un repertorio de hechos históricos que
obedecieron a condiciones históricas y configuraciones subjetivas
distintas, lo que debe ser descartado en función de los exámenes
diacrónicos, los que suponiendo distintos puntos en el tiempo ni
necesariamente suponen continuidades. Por lo demás la continuidad es
un sesgo auto impuesto por los imaginarios disciplinarios de la
historiografía moderna, no una realidad en si.
Por otra
parte, su contraparte negativa, autoflagelante y pesimista que dice
que nada ha cambiado después del 2011, que todo sigue igual.
En
relación a dicha posición puede entenderse en el examen de las
llamadas funciones manifiestas de la movilización en relación a lo
político en Chile, en relación a dicho examen, es cierto los
cambios no son los manifestados en los discursos no obstante esta
posición no considera las funciones y aspectos latentes, y es en
estas dimensiones en donde encontramos lo que hemos llamado las
nuevas condiciones subjetivas y los potenciales cambios cualitativos
en los social y la re-configuración posible de lo político. El
pesimismo ciego de lo latente como el exitismo son ciegos ante dichos
transformaciones subterráneas de la subjetividad.
Creemos
que los fenómenos referidos en este texto suponen una trizadura en
el cristal, y como tal una posibilidad abierta pero no garantizada,
sin embargo es un fenómeno relevante y que marca un giro interesante
y que abre las posibilidades ara una re escritura de lo político.
Dichas
re escrituras y desplazamientos son a nuestro juicio inscripciones
históricas en el tejido de la coyuntura y el devenir, solo
comprensibles dentro de un cambio subjetivo como el analizado en las
páginas anteriores.
1
Wrigth Mills, Charles. “La Imaginación Sociológica”
1959
2
Lyotard, Francois. “La Condición Posmoderna” 1979
3
Touraine, Alan. “Crítica de la Modernidad”. 1994
4Merton,
Robert. “Estructura y Función Social”
5
Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal. “Hegemonía y
Estrategia Socialista: Hacia una Radicalización de la Democracia”
1985
6
Mouffe, Chantal (compilación). “Deconstrucción y
Pragmatismo” 1998.
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