viernes, 25 de junio de 2010

¿Bicentenario de Dependencia?



Otro artículo antiguo e inédito de una etapa muy crítica de mi crecimiento teórico en la sociología crítica del desarrollo, por cierto muy anti neoliberal, lo publicamos ahora puesto estamos en el año del bicentenario y el exitismo se tiende a poner denso.

Chile cree ser un puntal de desarrollo en la región, una región de naciones “atrasadas”, exhibe con cierto orgullo poco entendible sus índices de crecimiento económico, escolaridad y superación de la pobreza, mira al futuro con optimismo al son de un himno entonado por las elites gobernantes y dominantes, por intelectuales subordinados al primer mundo. Celebra como un triunfo o un mérito tratados de libre comercio, es el alumno regalón de la clase, el que hace mejor las tareas que el Banco Mundial y grandes transnacionales imponen a la región. Un país que celebra la voluntaria perdida de soberanía, una país de individuos que sólo se preocupan de su “propia y particular” soberanía de ser participes del consumo, la forma actual de “ciudadanía”.
Este país en el que parece importar más la objetividad de la propiedad privada que la subjetividad de la vida, en el que la secularización operó como una burocratización capitalista del espíritu humano y la identidad criolla, luego de la importación de una personalidad ajena como producto del bombardeo cultural de los medios de comunicación, que incentivan los valores de clase conformista y sintonizan con el liberalismo exacerbado de nuestro país. El individualismo, hijo del neoliberalismo y la cultura del miedo durante los años de dictadura por un lado y la indiferencia y la apatía y de más neoliberalismo de los años de “democracia” por otro, hacen que el tejido social sea sólo un recuerdo, sólo un concepto lejano, ajeno a los valores dominantes y transversales de nuestra sociedad, ahora el chileno quiere consumir, participar en la vida social es poder consumir y participar de la ilusión del progreso producto del autoengaño de nuestra sociedad.
¿que pasa con nuestra gente? ¿por qué celebramos las vísperas de doscientos años de subordinación? Nuestro país confunde el patriotismo con un etnocentrismo regional y mientras mira por sobre el hombro a sus vecinos cual niño mateo de la clase aspira a que lo cambien de clase, al colegio de niños bien.
Mientras tanto lo que subyace a la ideología compleja de la superestructura criolla sigue siendo la dependencia y nuestro comportamiento cultural es funcional a ella, parece ser un fertilizante para la dependencia. Las elites subordinadas y las elites mundiales dominantes están contentas con el modelo chileno y lo plantean como modelo en la región, a ellos les cuesta entender la desconfianza con que la región nos mira, “el caballo de Troya” representa muy bien a nuestro país como modelo de crecimiento y desarrollo ante la región, y ante los concesionarios de nuestra soberanía a quienes nuestra elite ofrece a nuestro pueblo como un ejercito de consumidores armados de ansiedad y de crédito bien dispuestos a entregar en hipoteca su vida al interés porque cree en el consumo y porque con el salario ya no alcanza para vivir.
La dependencia latinoamericana en nuestro criterio es un fenómeno que no ha desaparecido, es más creemos que sigue vigente y profundizándose, es por eso que debemos rescatar la teoría de la dependencia como marco interpretativo del devenir político-económico de nuestro continente considerando la nueva coyuntura histórica, que en ningún caso significa una ruptura de la dependencia sino que más bien “otra etapa”, distinta porque ahora la dependencia ha mudado su domicilio a la subjetividad y la cultura de nuestro país.
El estudio cultural de la dependencia actual chilena debe conciliar necesariamente el estudio de las condiciones históricas y su relación a los valores culturales de la sociedad analizada-la chilena actual en este caso, para este efecto creemos es imprescindible incorporar la imaginación sociológica de Wrigth Millls al análisis dependentista por cuanto significa aterrizar nuestro análisis histórico en el cruce con la experiencia de los sujetos, el cruce de la biografía y la historia, por tanto una herramienta para no olvidarnos del ser humano y de sus condiciones de vida social diluidas en la abstracción de la historia.
Como hemos planteado anteriormente[1] la actualización de la teoría de dependencia debe incorporar nuevos elementos derivados del cambio en el escenario capitalista en los últimos cuarenta años, contemplando entre estos elementos naturalmente la globalización como proceso histórico y fase determinada del capitalismo, definitivamente no es incompatible el análisis dependentista en el contexto de la globalización actual, pero nuestra tarea de reflexión se concentra por una parte en el consumo como fenómeno y su impacto en la cultura o las múltiples culturas chilenas y su papel en la subordinación y dependencia económica en el actual escenario en el que nuestro país además es el “caballo de Troya” del capital internacional ante la región y por otra parte a la ahístoricidad[2]-no como la entiende Touraine- entendida como la enajenación por parte del sujeto-chileno y chilena- del tiempo y el espacio, el campo de la historia, estos dos elementos como componentes centrales de una cultura compartida, como valores capitalistas de clase conformista, en este mismo sentido la ahistoricidad es una característica cultural general y transversal de nuestra sociedad y que se refleja también en las decisiones de nuestra lumpen elite.
En este contexto urge una interpretación teórica del papel del consumo en la “personalidad cultural” de nuestro país. En este sentido y en la crítica dependentista podemos relacionar el consumo como motivador de la conducta y modelador de expectativas a las teorías desarrollistas y cuestionar sus tesis centrales no en relación al valor de explicación psicológica del sujeto-en este caso del chileno- sino a lo que dice relación a el desarrollo económico y social considerados como variables dependientes en el esquema planteado por los autores del enfoque. En esta misma dirección crítica abordaremos la motivación de logro en el contexto de del acercamiento cultural entre el primer mundo y nuestro país y con otros matices en la región con lo que construiremos una critica a los planteamientos de McClelland. En definitiva el análisis del logro, el modernismo mental y el dinero como motivador entendidos como elementos culturales que han entrado fuertemente en el mestizaje cultural subordinante sin que se hayan cumplido los vaticinios desarrollistas en nuestro país y continente.
Concretamente en el consumo y su papel en nuestra sociedad rescataremos los planteamientos de Thorstein Veblen referentes al consumo conspicuo y la clase ociosa reflexionando críticamente sobre la extrapolación de elementos teóricos propuestos por el autor a nuestra realidad actual.
¿por qué incorporar teorías extranjeras como las mencionadas anteriormente para analizar nuestra realidad contingente mientras enarbolamos un discurso sudamericano? Sencillamente porque no podemos desconocer la colonización cultural y la importación de valores capitalistas promovidos por el primer mundo y por otra parte porque de esta manera podemos criticar las tesis fundamentales del discurso clásico desarrollista. Eso no significa desconocer la iedeosincracia latina sino que esta está sincretizada con los elementos anteriormente mencionados.
La paradoja de la realidad económica neoliberal, abstraída del plano netamente intelectual nos ayuda a explicar la relación de esta forma de cultura y la educación que educa a sujetos enajenados de su pertenencia a la historia, que educa a sujetos cada día más consumidores que ciudadanos, una educación orientada a la empleabilidad y al consumo. En su a-temporalidad y a-espacialidad se ilustra el chileno como sujeto cultural, sin conciencia de su continuidad histórica, sin consideración de su pasado ni de su futuro, del porvenir de su país, separado de su capacidad crítica y de su responsabilidad social. He ahí definida la ahistoricidad.
[1] Este ensayo pretende continuidad teórica del trabajo realizado por el autor en el VIII congreso nacional de estudiantes de sociología titulado para la ocasión “Sociólogo, Educación y Dependencia en Chile”.
[2] Idea o concepto enunciado también en el trabajo anteriormente mencionado al igual que el caballo de Troya y que merecen continuidad ya que fueron desarrollados como conceptos periféricos. Para clarificar nuestra concepción teórica de ahistoricidad ver entreda anterior homonima en este mismo blog.

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