martes, 9 de abril de 2013

Hacia una Ciudadanía Política: Cambios Cualitativos en el Chile Contemporáneo


Un escrito del año pasado nunca publicado, lo compartimos antes de que añeje.....

Preámbulo
Chile ha cambiado, no es otro pero ya no es el mismo. Esta aparente paradoja en realidad puede dejarnos algo puesto los procesos de movilización social tanto derivados de las temáticas ambientales como educacionales han supuesto transformaciones cualitativas de gran importancia, las que son aparentemente menos vistosas que los cambios cuantitativos esperados, no obstante eso los hace más interesantes para la ciencia social y muy relevantes para el necesario proceso de construcción de ciudadanía en nuestro país.
Lo cierto que como ciudadano y también como cientista social creo que los procesos y las discusiones abiertas por la movilización social deben todavía profundizarse, es decir aún queda mucho por hacer tanto en lo ambiental como en referente a lo educacional, en dodos los sentidos, queda bastante trapo que cortar sin embargo quiero detenerme en aspectos subyacentes de los procesos vividos durante el año pasado y parte de éste año en relación a analizar cualitativamente las transformaciones de éstos fenómenos. 
Antes de que asumiera el presidente Piñera tuve la hipótesis que al asumir su mandato era muy probable la generación y multiplicación de algunos  conflictos sociales, no necesariamente debido a que se produjesen cambios objetivos, es decir no pensaba que hubiesen cambios sustantivos respecto de lo realizado por la concertación en los veinte años en los que estuvieron en el gobierno, de hecho ha sido un gobierno más bien de continuidad a lo hecho por sus "opositores", más bien mi impresión e hipótesis era que probablemente se produciría un giro en la subjetividad, y que éste giro subjetivo iba a ser además incentivado por la concertación ahora como oposición, sobre este último fenómeno tenía bastante seguridad del oportunismo de dicho sector político.
Pero más relevante y a la vez misterioso que lo anterior resultaba el factor de energía reprimida debido a la camisa de fuerza que la concertación practicó, durante sus veinte años en el gobierno mediante operadores políticos en el mundo social, sindical y estudiantil se liberaría en un eventual gobierno de la derecha y según algunos analistas agregaban a mi hipótesis estallaría, en sucesivos focos de conflicto. Un escenario con despligues de subjetividad muy diferentes podía hacerse presente, cabía estar atentos ante aquello.
Esas primeras hipótesis no pudieron ser comprobadas puesto el año 2010 comenzó con un hecho que cambiaría el escenario, tanto del estado como de los actores sociales en general, el terremoto de febrero de 2010.
El impacto dramático del terremoto supuso un necesario cambio de la agenda, en la medida de las múltiples urgencias que dicho movimiento sísmico y su consecuente tsunami produjo.
Posteriormente el 2010 siguió con la situación archi-mundialmente conocida del rescate de los 33 mineros lo que también contribuyó a generar condiciones muy sui generis para el 2010.
Sin embargo dichas condiciones particulares observadas durante el 2010 tendían a enfriarse y diluirse entrando el 2011, lo que permitiría el fin de la “tregua social” que la ciudadanía había otorgado a este nuevo grupo gobernante.
Lo que sigue está instalado ya en la historia, el año 2011 que como planteábamos se inició con las movilizaciones ambientalistas, movilizaciones que lograron instalar la discusión pública en la temática ambiental y en particular en el cuestionamiento de la generación de energía termoelétctrica.
Meses después observaríamos una de las más amplias movilizaciones estudiantiles de la historia, movilización que pondría en entre dicho al lucro, al endeudamiento familiar y la calidad en la educación chilena.
Al respecto y como centro de nuestro análisis, quiero detenerme en este punto, en el que recuperaré la hipótesis anterior, puesto la disolución de las condiciones excepcionales del 2010 permitirían un análisis en la lógica pensada originalmente.
La tesis central es la del giro subjetivo, es este giro el que representa el principal cambio en el Chile actual, lo que se transformó fueron las condiciones de la subjetividad colectiva.

Acto Primero
Algo de Historia Reciente: La Energía Reprimida.. una camisa de Fuerza
Para comprender las cualidades del cambio es necesario hacer algo de historia, mucho de lo que ha cambiado tiene que ver en más de un sentido con la concertación. Lo anterior debido que durante los últimos veinte años de gobierno concertacionista y muy ligado en sus comienzos al miedo a la saliente dictadura se instauró un modo de hacer en política, evitar el conflicto por miedo a los militares, la democracia era aún un intento frágil.
Aunque la timidez y el miedo inicial se matizaron con el tiempo, la evitación del conflicto se institucionalizó en el tiempo, y éste proceso fue funcionalmente aprovechado por la máquina política de la centroizquirda, llegando a ser una de las características definitorias del periodo.

Hay un elemento central y es a nuestro criterio el tendido de la red política de la concertación a través del mundo social. Esta situación es según creemos muy relevante, debido a que durante veinte años los operadores políticos al interior de organizaciones sindicales y en muchos casos estudiantiles de varias maneras hicieron contención de la energía producida por la insatisfacción de demandas ciudadanas, sociales y ambientales durante el periodo. Esta contención operaba mientras que esta energía solo crecía.
Otro factor no menos importante aunque secundario en nuestro texto es el miedo general del periodo, con primeros años cargados de miedo, una nueva democracia con miedo no solamente a las cúpulas militares sino que contradictoriamente también con miedo a la misma democracia.
Lo anterior puede ser entendido aunque no justificado en el trauma de la dictadura y sus aberraciones y múltiples atropellos, nos obstante no puede entenderse el periodo con dicho elemento como una condición importante de la subjetividad de la época.
El traspaso del gobierno al interior de la misma coalición (concertacionista) permitió mantener dicha represión institucionalizada de energías, es por eso que ocupamos la metáfora de la camisa de fuerza, creemos que podemos pensar los veinte años de concertación como un periodo de contención de energías en relación a la participación social y sobre todo política. La época de la política del consenso quedaba inaugurada y en vías de su consolidación como paradigma político. Por cierto este consenso además suponía una forma de operación matemática particular, en la que un sector político (la derecha) quedaba equiparado en prácticamente una mitad de representación política pese a sr siempre minoría, la curiosa matemática binominal, toda una rareza mundial, para los record guiness que tanto gustan por estas tierras.
Ese antecedente es necesario para comprender el contexto de historia sociológica en la que opera la hipótesis que busca explicar los cambios analizados.
Si consideramos que en el periodo de “camisa de fuerza” anteriormente mencionado, la represión de las energias y la contención de las demandas generaron una separación del ejercicio político entre dos de sus dimensiones más importantes, por una parte quedaría la “política” institucional formal, la de los partidos y la de la cooptación del estado en tanto instrumento; y por otro lado el ejercicio de la participación social de la ciudadanía. En ese sentido no sólo estas dos esferas quedan separadas, sino que la participación es deslegitimada como medio válido de hacer política desde las estructuras convencionales, lo anterior nos ayuda a comprender varios fenómenos que mencionaremos luego.
Como argumentábamos, en estos veinte años la participación ciudadana fue dejada al margen desde la hegemonía de los operadores tanto del estado como del mercado, lo que llevó a un proceso que marginalizaría (también desde los medios de comunicación) las expresiones sociales en el espacio público, es decir que de una forma tácita, velada (como es habitual en Chile) se terminaría por institucionalizar una práctica, la que en cierto grado proscribiría a la movilización social como forma de acción política.
El nuevo discurso , la episteme del periodo siguiendo a Foucault instalaría una traducción de la acción política en el espacio público como desorden y como una actividad riesgosa, lo anterior en un marco de transición aparente o débil frente al poder militar.
En ese escenario es que las movilizaciones sociales durante el periodo concertacionista terminaron asumiendo un carácter netamente ritual, antropológicamente podríamos decir que el mito se divorciaba del rito, de esta forma durante aquel periodo cada año las organizaciones realizaban las marchas en una suerte de estacionalización de las movilizaciones (inicio del año de clases, el 1° de mayo, la cuenta pública el 21 de mayo etc), el periodo de movilizaciones se reducía a unas cuentas fechas en el calendario, descontando una que otra coyuntura el resto se inscribía en un calendario ritual. Esta ritualización en el sentido de la crítica a la burocracia pudo ser en parte importante por el alejamiento de la “política” (comillas no casuales) de la praxis social.
Esta suerte de proscripción de la movilización social como herramienta legitimada ayudaría a consolidar en el imaginario social que la política es la actividad de los políticos, una profesión y que convertiría en una actividad exclusiva de los militantes mejor instalados en las redes de poder, mientras que la movilización social era socializada como desorden público, o en los discursos menos alarmantes muy acentuadamente como un riesgo de desorden, en el espacio público pero nunca como una actividad “política”, puesto esta se transforma en el periodo en una actividad gremial monopolizada.
Lo anterior nos ayuda a interpretar la deslegitimación en la que la política formal se encuentra en el momento actual, puesto la política profesional en tanto gremio especializado optaría decididamente por la legalidad de la forma, dando la espalda a la legitimidad del contenido, representado para estos efectos en el espacio público.
Acto Segundo
El Cambio de Piel: Recambios Generacionales y Comunicativos

Otro de los factores que están a nuestro criterio operando en éstos cambios cualitativos que hemos experimentado es el recambio generacional y las nuevas formas de sociabilidad contemporáneas, elementos que en sus respectivas dimensiones también suponen giros importantes, lo anterior puesto las movilizaciones del año pasado tuvieron como uno de sus diversos protagonistas a toda una serie de cohortes bastante jóvenes, básicamente nacidos en democracia por lo que hablamos de una generación que rompe con la herencia cultural del miedo, esta última, superviviente de la dictadura y de los primeros años de la democracia transicional.
Esta ruptura con lo que hemos llamado la herencia cultural del miedo tiene como consecuencia observable una diferencia sustancial respecto a las generaciones inmediatamente anteriores, a saber los nuevos jóvenes no tienen miedo, por ahí hay frases que recordaban las ingeniosas paradojas del mayo del 68 francés y que dan cuenta de éstas diferencias como por ejemplo carteles en las marchas en las que se leen eslogan como “nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, lo anterior funciona como un ejemplo de éstos nuevos paradigmas, propios del ingreso creciente de las generaciones más jóvenes a una forma rearticulada de vivir y hacer lo político. 
El cambio de gobierno no sólo supone el cambio de una coalición por otra sino que también coincide con la temprana madurez de nuevas generaciones que no vivieron la dictadura, lo que implica un cambio en el escenario de los actores sociales, que en una fracción creciente van incorporando a jóvenes y adolescentes.. y que para los políticos del gremio representan una aproximación a lo desconocido puesto se asoman desde lo lejano de un viejo paradigma, sin las necesarias herramientas de traducción cultural.
La tecnología resulta esencial para pensar este nuevo escenario, en relación a lo anterior podemos referirnos por ejemplo a los cambios comunicativos, podemos reflexionar sobre la virtualización y la colectivización digital de la información gracias a las redes sociales.
De hecho no es aventurado plantear que no podemos pensar las movilizaciones ambientales que inauguraron la movilización social el 2011 y que cuestionaron la instalación de las centrales termoeléctricas en el norte chico sin la difusión realizada  a través de la red social como Twitter, esta red social fue central en la tarea de socializar la información y la instalación de la temática en la opinión pública..
Lo mismo puede ser analizado en relación a las movilizaciones por la educación y la utilización de la ultra popular red social faceebook (sobre todo en Chile). La utilización personalizada y la filosofía del youtube, el broadcast your self, el hágalo usted mismo, caló hondo en las comunicaciones, con lo que asistimos a un proceso que ha tomado unos cuatro años en los que los ciudadanos nos hemos independizado de la prensa formal, en este sentido la figura del reportero ciudadano ha llegado a ganar espacios incluso en la TV.
Estos dos fenómenos se cruzaron ayudando a generar condiciones de ejercicio de la subjetividad distinta a las de años anteriores.
La tecnología y sobre todo las redes sociales han contribuido a disponer de espacios de sociabilidad, los que deben sumarse a la complejidad de las nuevas masas sociales, compuestas por componentes trasngeneracionales en las que las nuevas generaciones han tenido un importante papel.
El espacio virtual  en tanto fenómeno social, si bien no es fundamental en los hechos de los que este escrito trata, si es un componente que debe ser al menos consignado dentro del análisis. Al respecto es interesante recordar mucha hipótesis fatalistas y flagelantes sobre los efectos de la tecnología y las redes sociales en los jóvenes generaría sujetos alienados de la realidad, los hechos muestran que ese pesimismo radical debe ser dejado de lado, la sociabilidad virtual ha sido un fenómeno que no sólo ha demostrado su alcance en las sociabilidades, sino que para el caso de las movilizaciones contemporáneas ha entregado una herramienta de socialización y tejido de esfuerzos antes disgregados.
Lo anterior resulta fundamental a nuestro criterio sin embargo para los fines de este texto se escapa a nuestro objetivo analítico, sin embargo debe ser consignado como un elemento más en el escenario global de los cambios cualitativos a los que asistimos, sin embargo nos dejaría dejar una pregunta abierta, para ser explorada posteriormente y es posible un espacio de sociabilidad en lo virtual?.


Acto Tercero
El Factor Piñera: Alteridad y el Antagonismo de la Dialéctica

Las ciencias sociales han discutido muy profundamente sobre el otro, para aquello han dado cabida a un concepto, el de alteridad para referir a la construcción identitaria en función de un otro, ya sea individual o social.
La psicología social estudiaría la construcción de psicológica de la identidad entendida como parte de un proceso social, la antropología tomaría nota del encuentro de los primeros antropólogos con los otros, con diversos otros, algunos oceánicos, africanos y posteriormente también nativos americanos, los que desde la diferencia contrastarían con los observadores occidentales.
Estas lecciones sobre la alteridad también han sido recogidas por la sociología, aunque aún con ligereza según creemos. Recogiendo la discusión creemos pertinente aplicarla a los fenómenos políticos, y en ese sentido nos parece que el factor Piñera como elemento de alteridad, también es relevante en el análisis sobre los cambios de las condiciones cualitativas que observamos han cambiado.
Si pensamos en el periodo de la camisa de fuerza (anteriormente referido) y la acción de contención de las redes de gobierno en el mundo social durante las últimas dos décadas.
El cambio de gobierno en 2010, supone un hito aunque gatopardista en lo objetivo no menos importante en la esfera subjetiva, y sobre todo en sus potencialidades de rearticulación discursiva. Este cambio, en el que se traspasa el mando a la derecha y sobre todo el periodo de normalización que se produce entrando al 2011 permitieron en alguna medida contrastar y reflexionar sobre la hipótesis puesto los factores coyunturales que osbtaculizaban el análisis se regularizaban.
En el escenario 2011-2012 la condiciones para las que fue pensada la hipótesis eran las medianamente propicias, algo al respecto comente el año pasado, en una jornada de reflexión sobre las movilizaciones estudiantiles a la que me invitaron algunos dirigentes estudiantiles y sociales acá en Copiapó.
En este punto varios son los elementos que permiten pensar en un nuevo escenario, primero que ya no es la centro izquierda sino la derecha nuevamente en el poder y por sobre todo el factor del personaje Piñera, al que debemos sumarle el rol de presidente y lo que el análisis de ambos elementos en conjunto permite.
Lo anterior debe ser entendido en un escenario general en lo estructural en el que no ha habido cambios sustantivos en relación a los gobiernos de concertación. En ese sentido estamos de acuerdo con quienes señalan que no hay mayores diferencias entre los gobiernos de la concertación y el de la derecha, objetivamente no son significativos si es que los hay. No obstante si planteamos que con este cambio se generan las condiciones de posibilidad de nuevas configuraciones subjetivas y con ello el germen de los cambios subjetivos a nivel social y en consecuencia también políticos.
Volveremos al factor Piñera pero antes nos introduciremos algo más en ideas sobre el lenguaje, la cultura y lo político.
En esta interesante dimensión en la que nos interesa detenernos algunas líneas, en este aspecto creemos que podemos entender lo social y lo cultural como fenómenos humanos constituidos como tales a través del lenguaje. En ese sentido el discurso en sus múltiples conceptualizaciones nos es de gran utilidad para interrogar los fenómenos políticos contemporáneos.
En relación al cambio que objetivamente sindicamos como gatopardista, esto es, el cambio los inquilinos de la moneda de concertacionistas por aliancistas no representa como ya indicáramos cambios objetivos sino posibilidades de cambio subjetivos. En esta dirección es que planteamos que lo que opera es la posibilidad de desestabilización del discurso, a posibilidad de una nueva episteme, la posibilidad de nuevas regularidades discursivas.
En esta dimensión si bien los cambios operan a nivel intangible no son menos relevantes puesto como todo fenómeno del lenguaje implica expresiones en los planos de la sintaxis, la semántica y la pragmática, es decir en la organización de los elementos del discurso, las significaciones sociales y los efectos en la praxis, todos estos fenómenos operan simultáneamente en la cultura como fenómeno mediado en el leguaje.
Al respecto del cambio de gobierno supuso la incorporación de algunos elementos que permitieron una nueva sintaxis discursiva, nuevos significados y la “posibilidad” de nuevos aspectos de praxis social y política.
Piñera en tanto factor, se constituye en un significante resignificado en su rol de presidente, al respecto este personaje representa características particulares, principalmente el ser un empresario, además no es cualquier empresario sino que es uno millonario, incluso algunos creemos que es más bien un inversionista que un empresario y como factor no menor, a toda su representación simbólica en términos del poder del mercado su condición de presidente significa además la conquista del estado y del poder del monopolio de lo público.....creo que en términos de condiciones de subjetividad acá hay un cambio relevante, pues se constituye en un otro, es una expresión de la alteridad para el mundo social, mundo que había estado por años contenido y que ahora encuentra una condición subjetiva propicia para su auto concepción como sujeto social. 
Foto: El Ciudadano. Noticias que Importan
El presidente Piñera se constituiría como un otro ideal, sobre todo si consideramos las reflexiones de las secciones anteriores de ésta columna, es decir se constituiría en un otro ideal para la consolidación de la acción política desinstitucionalizada de la ciudadanía, acá encontramos la forma de praxis.
A lo anterior hay que agregarle que si en veinte años la energía fue reprimida en parte desde los infiltrados del mundo político, debemos considerar que no había un otro social, un sujeto de alteridad, un objeto de liberación de energía y el presidente Piñera vendría a cumplir dicha función para el movimiento social, se transformó en un objeto para la liberación de la energía reprimida, su imagen de empresario millonario motivaría tanto la expresión de energía de las cohortes anteriores (liberación de energía), ya cansadas de la dinámica agotada del manejo de la política como una actividad en evidente divorcio de la ciudadanía como de las cohortes más jóvenes quienes son parte de una paradigma emergente que muy poco tiene que ver con los anteriores y que no tendría miedo en el espacio público.
Un movimiento social en tanto sujeto colectivo requiere de una otredad, Piñera se constituyó en su sujeto de alteridad.
Como planteaban Laclau y Mouffe (1985) no es posible una perspectiva y una praxis radical sin un antagonismo, tenemos acá a la vieja y querida dialéctica, ahora en una nueva re-interpretación contemporánea, si se quiere posmoderna.
Podemos entender parte de este proceso como un fenómeno social en que la construcción de identidad y alteridad no dejan espacios a la claridad de la lógica formal, decantando por una forma plenamente dialéctica, compleja y en conflicto.
Las condiciones subjetivas se presentaban distintas y a su vez engendrarían diferenciación en el proceso.

Acto Cuarto
Movilización, Democracia y Nuevos Paradigmas

Los cambios cualitativos tienen que ver no sólo con las condiciones locales (nacionales) sino que se enmarcan en alguna medida de dinámicas históricas de mayor alcance:
La mal leída condición de posmodernidad, anunciada desde Wrigth Mills (1959)1 pero difundida mundialmente por Lyotard (1979)2 y también el post estructuralismo, especialmente en sus vertientes francesas nos ayudan a interpretar un mundo distinto, un mundo en el que las instituciones independiente de sus operadores pierden consistencia, enfrentamos en diversas medidas crecientes procesos de desinstitucionalización, tensiones crecientes entre el individuo y la sociedad como entre otros ha sugerido Touraine (1994)3, además de una diversificación de los discursos y de sujetos de enunciación, en una polifonía discursiva, una heteroglosia que tensiona la homogeneidad que emana desde las instituciones y sus praxis disciplinantes.
Esta proliferación de la diversidad tiende a resaltar y relevar las particularidades ahogadas por las instituciones modernas, estacionadas en el reciclaje del principio de identidad de Aristóteles.
La rigidez y la homogeneidad de las instituciones se fracturan por la diversidad de discursos minoritarios y contrahegemónicos, lo que lleva a un paisaje cualitativamente distinto desde la perspectiva del análisis sociológico.
Es en ese marco general el que podemos comprender los efectos de los procesos sociales que estallan, o que más bien germinan y brotan en Chile a partir del año pasado (2011, debido a que el escrito es del 2012), los que si bien aún no cumplen sus demandas reivindicativas, significan un importante giro, no sólo político sino que también de renovación cultural, puesto ha iniciado procesos de cambio a partir de nuevas condiciones subjetivas. Es cierto es sólo el inicio, si aceptamos las reflexiones planteadas anteriormente como teóricamente válidas.
Desde una perspectiva funcionalista podemos establecer una analogía entre los objetivos, sus pretensiones y las consecuencias en tanto movimiento social y el tratamiento que se ha realizado de las funciones en el estructural funcionalismo estadounidense, al respecto podemos plantear que si bien los objetivos, representados en gran parte de las demandas reivindicativas que constituyen el programa del movimiento social no se han cumplido y no han sido satisfechas, es decir su función manifiesta, declarativa aún no ha sido materializada, sigue pendiente, por otra parte podemos identificar los cambios cualitativos que comienzan a brotar con las funciones latentes, estas consecuencias no necesariamente buscadas pero que si se producen, reflexión que se deriva de las ideas ya clásicas de Merton (1949)4.
Por otra parte creemos que las reflexiones que hicieran muy tempranamente Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en 19855 sobre su tesis de la democracia radical, justificando esta como un objetivo factible, no sólo son pertinentes sino que además son coherentes en varias dimensiones (aunque destacamos que no es recomendable des-especifizar dichos fenómenos)con los procesos políticos posmodernos en general que hemos observado (indignados en España, la primavera árabe y otras movilizaciones similares en el concierto internacional) y el chileno contemporáneo en particular que ya hemos al menos mencionado.
Al respecto la deconstrucción de las categorías clásicas de sujetos históricos y políticos, como por ejemplo la “clase” y sus derivaciones marxistas como la clase obrera revolucionaria, no solo ha sido deconstruida desde lo lingüístico sino que desde la praxis puesto que ha ido dejando paso no sólo a la necesaria emergencia de nuevos discursos y sus sujetos, los que antes fueran absolutamente invisivilizados por las ortodoxias modernistas liberales y socialistas (mujeres, indígenas, jóvenes, ambientalistas localistas etc), sino que también rescatamos su tesis del encuentro y alianza de los sujetos diversos incorporados a un juego dialéctico de oposición a las formas comunes de subordinación social.
En palabras más simples la radicalización de la democracia supone una alianza de las diversidades existentes en la sociedad civil, en contra de las formas de subordinación que les son comunes a los diversos sujetos de los discursos emergentes. Se requiere tanto de anular la identidad ficcional de las categorías clásicas, las que invisibilizaban y anulaban la pluralidad de la sociedad como también del a veces complejo trabajo de búsqueda de objetivos comunes en la diversidad. 
Puede ser pertinente revisar en este punto el manoseado concepto del consenso social, puesto desde la retórica tradicional esta noción aparecía así como una oveja... pero en realidad podría ser un lobo, un lobo disfrazado, la deconstrucción permitía entender al consenso como un significante que puede ser sacado de su centro de significado en un discurso y con ello develar lo no dicho, sus omisiones, muy pertinente me parece recordar que toda “forma de escritura es simultáneamente una borradura” como decía Derrida , es una exclusión consolidada, en un discurso que busca una estabilidad permanente, la que considerada como una categoría hegemónica impuesta desde un discurso homogenizador implicaría el fin de la política y de la ética (Derrida 1998) .No obstante cabe destacar que desde esta perspectiva cualquier forma consensual supone una clausura de lo político, la democracia y lo político en un contexto democrático suponen la imposibilidad de cierre, con lo que se posibilita la competencia y el conflicto, y con ello lo político como planteara Laclau (1998)6.
Otra condición claramente posmoderna o posmarxista destacada por los autores es la renuncia a las concepciones lineales de la historia lo que no supone una negación del conflicto sino su instalación en una marco orientado más en la noción del devenir de lo incierto que en el futuro predecible (recogiendo las ideas de Derrida sobre el tiempo).
A lo anterior debemos agregar la elaboración de formas propias y emergentes de la espontaneidad no institucional como mecanismos de acción y sociabilidad política, la nueva política radical emerge desde los márgenes de la política formal, las movilizaciones chilenas del 2011 comparten gran parte de dichas cualidades, tanto el Punta Arenazo del verano del 2011, como el salvemos Punta de Choros, como el no a Castilla, la extensa movilización nacional por la educación y por cierto la reciente y exitosa movilización de los vecinos de Freirina y por cierto la larga serie de movilizaciones en contra de la termoeléctrica Castilla en Totoral, han sido movimientos que han emergido combinando ciertamente un importante componente de fuerzas que venían desde los márgenes antes proscritos de la política, los que en su mayoría no han sido fundados en la estructuración institucional y en todas ellas vemos una confluencia de sujetos y discursos diversos y plurales que en la unión se oponen, antagonizan a una forma común de subordinación que los ha aquejado. 
No obstante para ser justos es necesario destacar que estos también se han combinado con bases políticas, sindicales más convencionales.

Final!!
Conversaba hace unos días con una colega la que me decía que los movimientos sociales no servían, que lo que era necesario era el diagnóstico técnico, ante lo que le dije que si observábamos muchos de los cambios positivos en las políticas públicas y las legislaciones que han beneficiado a la población, no puede desconocerse que muchos de ellos han sido motivadas por la movilización social, por la calle y no por la voz de los técnicos. En ese sentido, mi interlocutora puede entenderse como parte de un discurso en el que lo político excluye la movilización y por lo mismo da cuenta de imaginarios sociales reales.
Me parece que las movilizaciones han logrado avanzar en proceso de legitimación de una forma de acción antes solo ritualizada, y que ahora es dotada de un nuevo contenido mítico, de un reencuentro del rito y el mito.
En ese sentido, mi interlocutora puede entenderse como parte de un discurso en el que lo político excluye la movilización y por lo mismo da cuenta de imaginarios sociales reales.
El conflictivo caso del proceso de cierre de la planta de agrosuper en Freirina es el mejor ejemplo de ello, un nuevo paradigma se podría estar gestando, un paradigma en el que la ciudadanía amplia y también diversa, levanta su voz y altera las agendas de gobierno, transforma realidades o cuando menos aspira decididamente a hacerlo, denotando una intencionalidad política de mayor claridad. Aunque por otra parte siendo científicos creemos que las condiciones de Freirina son sui generis y no pueden ser extrapoladas a otros contextos mecánicamente, no obstante dan cuenta de fenómenos que expresan lo argumentado en secciones anteriores.
En algún momento estos procesos de radicalización pueden encontrar barreras en algunos contextos en función de dinámicas culturales, las que sin embargo pueden y deben ser primero estudiadas y comprendidas y luego superadas o mitigadas con inteligencia, como en el caso de nuestra ciudad Copiapó en la que la situación ambiental sobre todo hídrica hace necesario el involucramiento activo y crítico de la sociedad civil. Contemplando las dificultades que el caso copiapino ha presentado histórica y coyunturalmente a tales desafíos.
Es necesaria una recuperación de la voluntad reivindicativa, también de la participación y el encuentro social de la ciudadanía, pero esto requiere de ensayos de fórmulas de praxis novedosas y arriesgadas y de actores y grupos resistentes a las dificultades que presenta toda vía exploratoria. Sobre todo de pensamiento estratégico, para trascender los limites históricos de la minoría ciudadana organizada, es necesario saber llegar al ciudadano sin organización, situación que en alguna medida el año pasado se logró, lo que hace imperativo no retroceder en dicha dirección y pensar y repensar las formas de comunicación con la ciudadanía atomizada.
No obstante lo mucho que queda por transitar en este proceso recién iniciado creemos que las movilizaciones del año 2011 y por cierto las actuales suponen un giro subjetivo, cualitativo que implican una oportunidad de una nueva política. Somos lo mismo pero ya somos diferentes, por lo que para cerrar repito lo que use para abrir y vuelvo a la frase con la que inicié la columna, Chile no es otro pero ya no es el mismo.
Para cerrar, y habiendo explicitado mi posición frente a los nuevos fenómenos políticos es claro que quien suscribe sospecha de las estructuras y del papel de las instituciones, no obstante considero necesario no facilitar una lectura maniquea del fenómeno político actual en Chile, lo último que pretenderíamos es forzar una senda de tercero excluido, donde se establezca una dicotomía entre lo nuevo y desinstitucionalizado y lo viejo, lo institucionalizado, nada más lejos de nuestra posición.
Al respecto no pretendemos homogenizar el discurso ni tampoco la demonización automática de las instituciones modernas de las que desconfiamos, ni mucho menos descartarlas puesto comprendemos el carácter híbrido de los social, en el que la coexistencia de formas de distinta data y naturaleza es parte de la dinámica social. Apostamos no obstante, por una emergencia de nuevas formas de vivir lo político, nuevas formas de politización, las que discuten el monopolio de la política profesional, en un desplazamiento de lo político. Este desplazamiento creemos es una oportunidad, una re oxigenación social del ejercicio de las aspiraciones públicas, la posibilidad de quiebre en el monopolio de lo político, en ningún caso una garantía.
Al respecto nos parece necesario introducir una última reflexión, ésta apropósito de la tentación progresista a la auto mitificación de cualquier manifestación de fuerza social, esto debido a que dicha tentación puede llevar ciegamente a una bifurcación entre dos caminos, los dos inadecuados a nuestro criterio, como lo son el autocomplaciente, en el que el 2011 pueda interpretarse como el despertar de una continuidad histórica de lucha social que conecté en una continuidad artificial un repertorio de hechos históricos que obedecieron a condiciones históricas y configuraciones subjetivas distintas, lo que debe ser descartado en función de los exámenes diacrónicos, los que suponiendo distintos puntos en el tiempo ni necesariamente suponen continuidades. Por lo demás la continuidad es un sesgo auto impuesto por los imaginarios disciplinarios de la historiografía moderna, no una realidad en si.
Por otra parte, su contraparte negativa, autoflagelante y pesimista que dice que nada ha cambiado después del 2011, que todo sigue igual.
En relación a dicha posición puede entenderse en el examen de las llamadas funciones manifiestas de la movilización en relación a lo político en Chile, en relación a dicho examen, es cierto los cambios no son los manifestados en los discursos no obstante esta posición no considera las funciones y aspectos latentes, y es en estas dimensiones en donde encontramos lo que hemos llamado las nuevas condiciones subjetivas y los potenciales cambios cualitativos en los social y la re-configuración posible de lo político. El pesimismo ciego de lo latente como el exitismo son ciegos ante dichos transformaciones subterráneas de la subjetividad.
Creemos que los fenómenos referidos en este texto suponen una trizadura en el cristal, y como tal una posibilidad abierta pero no garantizada, sin embargo es un fenómeno relevante y que marca un giro interesante y que abre las posibilidades ara una re escritura de lo político.
Dichas re escrituras y desplazamientos son a nuestro juicio inscripciones históricas en el tejido de la coyuntura y el devenir, solo comprensibles dentro de un cambio subjetivo como el analizado en las páginas anteriores.


1 Wrigth Mills, Charles. “La Imaginación Sociológica” 1959
2 Lyotard, Francois. “La Condición Posmoderna” 1979
3 Touraine, Alan. “Crítica de la Modernidad”. 1994
4Merton, Robert. “Estructura y Función Social”
5 Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal. “Hegemonía y Estrategia Socialista: Hacia una Radicalización de la Democracia” 1985
6 Mouffe, Chantal (compilación). “Deconstrucción y Pragmatismo” 1998.  

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