domingo, 30 de marzo de 2014

Revolución Cultural, Legitimaciones y Dominación en las Construcciones del Estado


Entrando directamente en materia la temática, lo que  concentra el interés de éste post es el estado como fenómeno social, cultural e histórico además por cierto de lo más evidente que es lo político, la idea es darle una aproximación desde la mirada antropológica y también sociológica y de ésta manera acercarnos a un tratamiento teórico de sus cualidades culturales con la que esperamos complementar una lectura histórica aplicada a nuestro estudio  sobre el fenómeno en Chile.

Como una breve introducción debemos contextualizarnos teóricamente en el estado como fenómeno histórico y cultural, el estado republicano es uno de los productos más definitorios de la modernidad en su dimensión política. En tanto construcción histórica ha sido un instrumento de dominación y muy específicamente la homogenización de la diferencias y diversidades, la idea de estado  y de nación constituyen por tanto el núcleo de un discurso que con diversas intensidades mantiene aún presencia en la actualidad y en particular en nuestros países. Al respecto en el caso de quien suscribe, epistemológicamente desde Chile un país en el que el discurso modernizador y la ideología del estado ha sido tan omnipresente a través de nuestra historia como también poco estudiado desde ciencias sociales, en especial en disciplinas como la sociología y la antropología, más si consideramos de que los ejercicios de construcción de las mitologías nacionales, la invención ideológica de la historia a partir de a segunda mitad del siglo XIX es básicamente la mitificación del estado en tanto instrumento políticos de  una reducida fracción de las elites nacionales. Es por tanto útil relacionar analíticamente algunos de los planteamientos seleccionados.
Entrando en materia y sin un ordenamiento exacto ni mayormente organizado plantearemos el diálogo y discusión entre algunos textos teóricos comenzando con el trabajo de los ingleses Corrigan y Sayer (1985), cuya tesis central versa sobre una interpretación teórica del proceso de la formación del estado conceptualizando ésta dinámica de emergencia institucional y política como una “revolución cultural”, hay que agregar que su análisis desde una perspectiva histórica y que teóricamente recurre a clásicos como la obra de Marx/Engels y a las sociologías de Weber y Durkheim, siempre si desde una perspectiva materialista, eso si que con un matiz ciertamente más abierto y flexible que el de autores inscritos en miradas tradicionales del materialismo. Como objeto de estudio de este proceso de construcción del estado los autores abordan el estado ingles en un análisis histórico.
Siguiendo a Weber el capitalismo burgués moderno no puede entenderse sin contemplar el estado nación como oportunidad de desarrollo de sus condiciones elementales[1], el estado es parte del mismo proceso histórico que el capitalismo moderno, no son fenómenos independientes sino que imbricados, simbióticos.
Por otra parte rescatan de Marx la idea de que las sociedades burguesas necesitaban del estado para “afirmar” sus relaciones internas, ambos teóricos coinciden al develar el papel del poder en el campo de la construcción del estado,  de hecho Weber nos legará una de las definiciones clásicas en ese sentido al conceptualizar al estado como “el monopolio legitimado de la violencia” por tanto desde dicha mirada, la construcción de los estados modernos habrían sido procesos de monopolización de la violencia, una monopolización en muchos casos secular[2], una revolución cultural en la secularización histórica de la modernidad, siendo el estado moderno la estructura u organización humana que detenta el monopolio de la violencia física en una sociedad, estado y dominación están ligados desde la fundación del estado como instrumento aunque destacando que (la violencia) “no es el medio exclusivo pero si específico”  y es el estado quien “cede” el derecho a utilizar la violencia física.
Esta definición nos lleva a adentrarnos en la obra de Max Weber[3] , particularmente explorar algunos momentos de su clásica conferencia “El Político y el Científico”, poniendo gran énfasis en la cuestión del estado en su naturaleza y su funcionamiento y muy importantemente del problema de la legitimación del poder ya que es el poder el tema que finalmente atraviesa en todas sus arterias lo político.
Creemos que podemos establecer un puente teórico coherente entre el problema de la legitimación del poder en Weber, su concepción del estado y la relación a la violencia y el concepto clave planteado por Corrigan y Sayer, el de revolución cultural, en este sentido éstos últimos argumentan que el análisis del estado debe de superar el enfoque tradicional marxista y leninista del estado como “burocracias armadas” o de orden y reclusión entrando en los terrenos de las prácticas, rituales y otros elementos simbólicos que sacralizan su autoridad en la cotidianidad de la vida social representando un cambio sustancial al introducir un amplio repertorio de patrones ritualizados los que introyectan homogeneidad en la diversidad pre estatal de la población dando forma a dicha revolución cultural., la noción de “revolución”  implica que éste nuevo repertorio de prácticas significa un cambio respecto de las prácticas algo así como la instauración de un nuevo paradigma en la terminología de KHUN[4] pero en este caso sobre la dimensión político cultural en las formas de conductas pre estatales y un reemplazo cultural que prescribe y prohíbe manifestaciones dentro del campo del comportamiento social, es decir ejerce una reglamentación de la vida pública.
Volviendo a los aportes de Weber, la legitimidad de la dominación y sus múltiples formas su análisis tipologiza tres procesos de legitimación del poder, por una parte la legitimidad tradicional, habitual en regimenes antiguos, podríamos para los fines de nuestra revisión relacionar ésta forma de legitimidad a las situaciones pre estatales (anteriores a la revolución cultural de los estados); también legitimidad carismática, la que habrían ejercido profetas, jefes y en el caso de la política moderna el caudillo; y finalmente la legitimidad legal basada en la obediencia y por consecuente en la “creencia en la validez de los preceptos legales y en la competencia objetivamente fundada sobre normas racionalmente creadas” (Weber 1919),  y que corresponde con las “formas normadas” introducidas y prescritas por el estado en tanto revolución cultural, en ese mismo sentido tanto las normas como los comportamientos legitimados así como los rituales establecidos por el estado solidifican mediante la sacralización del estado y su discurso en el contexto de la modernidad occidental.
En relación al texto de Corrigan y Sayer y en términos históricos es interesante destacar la singularidad del caso ingles (sobre el que versa el documento), el que fue una nación tempranamente protestante[5] (anglicana) además de configurar un  estado nación de forma muy precoz en relación a otros polos políticos y culturales de Europa no obstante las particularidades son de mayor profundidad y trascienden lo cronológico debido a que el proceso de constitución del estado nación inglés y de sus capas burguesas siguió un proceso muy distinto al de por ejemplo el caso francés de ésta forma en la consolidación del estado sobrevivieron una serie de importantes rasgos tradicionales pre modernos, los que paradójicamente habrían contribuido a fortalecer al estado inglés en su proceso dinámico de construcción.
El estado y su revolución  implicaría un proceso constante de regulación de las “formas culturales”, cada aspecto de la vida social tendría en ésta revolución su forma regulada es decir cada una de las prácticas institucionalizadas o las clásicas “instituciones sociales” de la sociología funcional clásica como la educación tendría su correlato en las regulaciones del estado en la escuela o el orden y su regulación policial es decir las formas establecidas y específicas que el estado imprime luego de ésta revolución.
En éste mismo sentido la política tendrá en éste contexto un proceso de sinomización a las formas institucionales del estado de forma de que el pensaren política nos llevaría a pensar en las manifestaciones reguladas  y establecidas por el estado burgués y que configurarían la política burguesa con sus visibles componentes electorales, parlamentarios y partidistas en ese sentido los autores destacan que “la definición de lo que se considerara “Política” proviene por supuesto de las instituciones del estado” (Corrigan y Sayer 2007:45). Más allá del análisis del caso inglés ésta sinomización ha podido verse también (por acercarnos a un ejemplo más directo) en otros procesos de construcción estatal como en el caso del estado chileno en el que la construcción de una “historia política oficial”[6]  ha ayudado encapsular el significado de lo político en función de las dimensiones institucionales “reguladas culturalmente” por el estado, restando o más bien negando la “categoría” de político a lo que históricamente ha quedado fuera de las parcelas de un estado que ha sido apropiado por aristocracias y oligarquías simultáneamente que ha constituido el pilar de una idea de estado difundida posteriormente por otros canales institucionales como la escuela.
El papel de éstas nuevas prácticas reguladas cumplirían el rol del rito que reafirma la doctrina si se nos permite involucrar conceptos asociados a la religión. En éte punto la analogía entre la política y la religión no es antojadiza si nos detenemos en que una intersección relevante entre ambas es el poder como una dimensión institucionalizadota en tanto el estado es (para ambos autores y siguiendo el legado de Marx) un proyecto totalizante que homogenizaría a los seres humanos incluidos en el estado como miembros de una comunidad de características ilusorias. Esta homogenización borraría “el reconocimiento y la expresión de estas diferencias” (Corrigan y Sayer 2007:46), las diferencias inherentes a las sociedades de tipo burguesas.
En ésta dimensión podemos hacer la relación a los nuevos ritos de ésta nueva construcción, resultantes de éste proceso revolucionario como  herramientas para naturalizar la homogenización cultural antes comentada, ésta construcción de un nuevo poder secularizado requiere de un elemento central con el que sacralizarse y es ahí cuando aparece la idea de nación como instrumento de consolidación de un “nosotros” por cierto ilusorio (respecto alas relaciones internas) y simultáneamente de un “otro” o de otros en el campo de las relaciones externas, la idea de nación estaría potentemente cargada de un poder moral de identificación lo que nos puede dar pie a la conexión durkheimiana (no sin reconocer un pequeño salto conceptual mediante) planteada por ambos autores al rescatar  la idea de “disciplina moral” y la consideración del estado como el órgano máximo de ésta forma disciplinante aunque los autores complementan la idea de Durkheim con nociones marxistas que introducen el conflicto entre las distintas clases con lo que niegan directamente la neutralidad en el disciplinamiento moral del estado. El estado no hace relación en su discurso a aquello en contra lo que se construyó (Ibib:50) y que podríamos relacionar a las formas culturales no prescritas por el estado, las culturas de clase, estamentales, étnicas y de  género excluidas del estado como representación.
En los casos argentino y chileno vemos ejemplos de éste fenómeno en la relación a la construcción de ambos estados durante el siglo XIX los que con diferencias se embarcaron en decididos proyectos modernizadores que buscaron borrar lo que consideraban el atraso, lo tradicional, lo indio construyendo un discurso ad hoc que no sólo validaba una forma específica (la del proyecto de estado nación elitario en ambos países)  (Boholavsky y Godoy 2008:3) rescatando dichos procesos de construcción de estados, tanto el inglés de Corrigan y Sayer como también en los casos argentino y chileno observamos que tanto los estados como sus contriciones discursivas efectúan un doble ejercicio, el de prescribir y proscribir, que podemos relacionar desde la mirada decosntructiva como un proceso de escritura y borradura, siguiendo a Derrida podemos generar una analogía entre los patrones culturales de la revolución cultural de Corrigan y Sayer como actos de “escritura” que actuarían simultáneamente “borrando” los patrones proscritos por el estado entendiendo que la escritura es un sistema finito por lo que el hecho de que desde el momento que “haya una inscripción hay necesariamente una selección y por tanto una borradura, una censura, una exclusión” (Derrida 2002), la inscripción la hace el estado y su discurso y sus prácticas reguladas y homogéneas, la borradura son los discursos marginados por la construcción estatal y sus prácticas culturales lo que podemos relacionar nuevamente al contexto argentino y chileno con las políticas de “pacificación” que significaron una violenta invasión y sometimiento de pueblos originarios en ambos países.

Bibliografía:

-Bohovslasky E y Godoy M . “Ideas para la Historiografía de la Política y el Estado en Argentina y Chile”. En  POLIS, Revista de la Universidad Bolivariana Nº 19. 2008.

-Corrigan, Philip y Derek Sayer . “(Introducción) La formación del Estado inglés como revolución cultural”. En: Lagos, M. y Calla, P. (comp) Antropología del Estado: Dominación y prácticas contestatarias en América Latina Cuaderno de Futuro Nº 23, La Paz: INDH/PNUD 2007

-Weber, Max 2000 (1919). “La política como vocación”. En: Weber, M. El político y el científico, México: Ediciones Coyoacán, pp. 7-80  “”

- Derrida J. En entrevista para el documental “Da´llieurs, Derrida” de Safaa Fathy. Le Sept Art. Gloria Films Production 2002.



[1]              Más adelante ahondaremos en la mirada de Max Weber de una forma más detallada.
[2]              O por lo menos con una tendencia de secularización, aunque dicho fenómeno varía enormemente de un caso a otro.
[3]           Tenemos sin embargo que contextualizarnos para abordar los contenidos de dicho documento ya que hablamos de un sociólogo transicional entre el siglo XIX y XX  no obstante su obra tiene fronteras y  desplazamientos mucho más amplios, Weber no es sólo un sociólogo de la modernidad en crisis sino un intelectual que logro salir del paradigma de occidente con un análisis meticuloso de las formas de organización social, económica y especialmente religiosa en distintos contextos orientales. Una vez destacado este detalle entramos en lo político, sobre este tópico su conferencia emerge desde el concepto de estado moderno.

[4]              En relación a Thomas Khun y su clásica obra de  teoría del conocimiento “La Estructura de las Revoluciones Científicas”
[5]              Aunque por motivos tal vez de una coyuntura más puntual que en el caso alemán, como olvidar el episodio de Enrique VIII.
[6]              Hasta a mediados de la década de los 80`s la historiografía chilena había tenido una orientación netamente política, la historia del país se había contado a través de la cronologización de las etapas políticas acentuando el papel de los gobernantes dejando completamente afuera todo lo excluido del dominio del estado. A partir de dicho periodo y en adelante la llamada Nueva Historia Social se consolida como un importante referente historiográfico que da sustancia a sujetos históricos antes invisibilizados (obreros, campesinos, peones, artesanos, empresario etc) por la historia política tradicional chilena. Destacamos en ese sentido el trabajo de Gabriel Salazar, Sergio Grez y Julio Pinto entre otros autores.

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