En el siguiente texto coyuntural hago referencia a discusiones políticas en el contexto del inicio de un nuevo periodo parlamentario en Chile, el texto ha sido publicado ya por la revista Atacamaviva.
Durante la última
semana, una propuesta de los diputados Gyorgio Jackson (Revolución Democrática)
y Gabriel Boric (Izquierda Autónoma) ha generado una saludable aunque parcial e
insuficiente discusión sobre el dinero y la política. La propuesta en cuestión
refería a la disminución de la dieta parlamentaria en un 40%. Sabido es por
muchos que nuestros parlamentarios tienen un nivel de ingresos muy por sobre el
promedio de los sueldos y salarios en el país, aun descontando las asignaciones
por servicios de asesoría la llamada “dieta” parlamentaria es en efecto
excesivamente alta y en todo el periodo post dictatorial nunca parlamentario
alguno elevó una propuesta que tocara ni mucho menos visibilizara la cuestión
de los ingresos parlamentarios, claro está, hubiese sido un autogol ante sus
propios intereses.
Así, para partir
debemos saludar la propuesta de Jackson y Boric, resulta una señal política
clara en relación a la apertura de nuevos aires en la políticamente, ahogada
atmósfera del congreso nacional, no obstante creo que valorando lo positivo de
lo propuesto me parece que mantener el
foco del debate exclusivamente en aquel punto arriesgamos perdernos la
oportunidad de ampliar la discusión, más en una lógica de proceso en torno a la
política y el dinero, y no de la remuneración como objeto.
A estoy refiriendo? Al
financiamiento de la política, creo que este punto es nodular en la medida de
que refiere a los mecanismos institucionales que significan la (im) posibilidad
de una real competencia electoral, y con ello en tanto elemento estructurante,
configura los distorsionado filtros que vician la democratización de las
candidaturas.
La actual ley de
financiamiento electoral es un traje a la medida de quienes usufructúan del
parlamento y de varios de los partidos tradicionales, tal como las dietas auto
reguladas, no obstante en el caso de la ley de financiamiento tenemos un
elemento orgánico que configura una especial ventaja para las elites de la
llamada clase política y sus financistas, quienes invierten sus activos en las
campañas que mejor se adaptan a sus propios intereses.
Hay en la concepción
misma de nuestra ley de financiamiento a la política, en su fundamento
ideológico una naturalización del lugar del dinero en la sociedad, bajo estos
supuestos que pasan a ser inconscientes, para hacer política y sobre todo para
entrar electoralmente al mundo de los políticos profesionales hay que tener
plata, o representar veladamente los interés de quienes la tienen.
Nuestra legislación de
financiamiento beneficia por una parte a quienes ya están “dentro” como a quienes viniendo de “afuera” cuentan
con financistas. Así, quien cualquier ciudadano que venga a intentar competir
no tendrá condiciones efectivas de competir si no viene desde adentro o si no
cuenta con financistas privados. Configurada así nuestra actual ley garantiza
una vinculación obscura, opaca y subterránea entre el mundo de los mercados y
el parlamento, es además una barrera prácticamente infranqueable para quienes
quieran disputar los grandes bloques desde otras sensibilidades políticas, por
lo tanto una reforma política que apunte a democratizar el acceso al parlamento
debiese no solo desarticular el binominal sino que además, como condición
necesaria la actual ley de financiamiento electoral. Todo esto claro no es
ninguna novedad, sin embargo la oportunidad abierta por Boric y Jackson hacen
que se vuelva buen momento para problematizar el tema desde los mecanismos
institucionales que rigen el juego electoral, hasta los fundamentos ideológicos
del libremercado en la cultura.
El dinero manda sobre
la política y esto no solo no debiese ser así, sino que además debiese ser
discutido seriamente en los términos que corresponde, pues corremos el riesgo
de que pasen otros cuatro años hasta la próxima elección y tengamos que
presenciar como candidaturas honestas e interesantes como la de Francisco
Figueroa (Izquierda Autónoma) y otros candidatos independientes tengas solo
fracciones de segundos en el reparto monopólico del tiempo de exposición en las
franjas electorales además de muy escasos recursos en comparación a las
candidaturas “aventajadas”. Si la ley de financiamiento fuese discutida en sus
mecanismos y sobre todo primero en sus principios éticos, varias candidaturas
posibles dejarían de ser testimoniales, al menos en las elecciones
parlamentarias.
Para ilustrar el
componente ideológico al que quiero referir, me gustaría recordar y analizar algunas
palabras del ex candidato presidencial Franco Parisi al reconocer su derrota en
diciembre pasado, en aquella oportunidad el candidato, así se refería el ex
candidato a la cuestión que nos concentra “en
regiones arrasamos… pero aquí perdimos en Santiago… ¿y saben porque perdimos?
Por que no teníamos billete!! Si nos vemos el 2017 antes voy a juntar platita
para poder comprar publicidad”, transcribí aquel extracto puesto me parece
representa la medida en que el libremercadismo o neoliberalismo cultural está
inserto, naturalizado y transformado en parte de la realidad. Las palabras de
Parisi representan además el corazón inconsciente de una candidatura que aunque
haciendo visible el problema cuando identificaba como parte de su derrota en
Santiago el no haber tenido “billete”, no cuestiona el mecanismo sino la
condición circunstancial de no haber tenido ”billete”, con esto el ex candidato
Parisi nos muestra que para el (así como para muchos otros), se hace natural
que sea necesario tener dinero para competir en política, en esa misma línea sintomáticas
fueron sus palabras cuando dijo “Si nos
vemos el 2017 antes voy a juntar platita para poder comprar publicidad”, el
candidato antes que politizar el debate contribuye a la normalización de los
vínculos entre dinero y política, explícitamente acepta-cual borreguito
autómata- las reglas actuales y se va a “juntar
platita” para poder comprar publicidad, ahí un buen ejemplo de lo vacío y
despolitizante de todo en su propuesta.
Sin embargo, creo que
Parisi habla desde un lugar de ciudadano y como tal, representa muy bien el
sentido común y eso es lo interesante, el sentido común neoliberal que como
fenómeno sociológico silenciosamente se ha transformado en el aire respirado,
en la condición irreflexiva de la política actual y su imbricación mercantil.
Si discutiéramos en
serio los vínculos entre dinero y política, su visibilizaramos la hegemonía de
algunos supuestos neoliberales en el sentido común, parte del paisaje político
parlamentario sería distinto, el campo de
lo electoral podría abrirse varios grados como espacio de disputa, para
aquello creo, es necesario trascender la discusión de la dieta parlamentaria,
es decir, abarcarla e integrarla a un debate más amplio que desnude la
comodidad autoconstruida por los monopolistas de la política profesional en
estos últimos veinticinco años.
Con una ley de financiamiento
que rompa las ventajas artificiales para algunos; que introduzca el criterio de
la equidad de recursos y de medios; y que elimine el literalmente
emprendimiento y la especulación en política, probablemente no tendríamos que
bancarnos periodos de cuatro años de candidat@s que llegan al parlamento instalados
por cúpulas truchas, el viejo y conocido cuatroparedismo del que tan
lamentablemente tenemos cercanos ejemplos en este distrito (el de Copiapó),
donde una candidatura destacó especialmente articulando el nepotismo, el cuatroparedismo
y el marcantilismo político y por otra parte una ausencia total de contenido
político.
Problematizar los
vínculos entre dinero y política solo visibiliza una realidad histórica y
coyuntural, devela las condiciones de funcionamiento real de un campo-el de la
política institucional- que debe ser disputado en su propia arena
simultáneamente que tensionado desde sus bordes.
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