lunes, 7 de abril de 2014

Dinero y Política: financiamiento y mercantilización electoral en Chile

En el siguiente texto coyuntural hago referencia a discusiones políticas en el contexto del inicio de un nuevo periodo parlamentario en Chile, el texto ha sido publicado ya por la revista Atacamaviva.
Durante la última semana, una propuesta de los diputados Gyorgio Jackson (Revolución Democrática) y Gabriel Boric (Izquierda Autónoma) ha generado una saludable aunque parcial e insuficiente discusión sobre el dinero y la política. La propuesta en cuestión refería a la disminución de la dieta parlamentaria en un 40%. Sabido es por muchos que nuestros parlamentarios tienen un nivel de ingresos muy por sobre el promedio de los sueldos y salarios en el país, aun descontando las asignaciones por servicios de asesoría la llamada “dieta” parlamentaria es en efecto excesivamente alta y en todo el periodo post dictatorial nunca parlamentario alguno elevó una propuesta que tocara ni mucho menos visibilizara la cuestión de los ingresos parlamentarios, claro está, hubiese sido un autogol ante sus propios intereses.
Así, para partir debemos saludar la propuesta de Jackson y Boric, resulta una señal política clara en relación a la apertura de nuevos aires en la políticamente, ahogada atmósfera del congreso nacional, no obstante creo que valorando lo positivo de lo propuesto me parece que  mantener el foco del debate exclusivamente en aquel punto arriesgamos perdernos la oportunidad de ampliar la discusión, más en una lógica de proceso en torno a la política y el dinero, y no de la remuneración como objeto.
A estoy refiriendo? Al financiamiento de la política, creo que este punto es nodular en la medida de que refiere a los mecanismos institucionales que significan la (im) posibilidad de una real competencia electoral, y con ello en tanto elemento estructurante, configura los distorsionado filtros que vician la democratización de las candidaturas.
La actual ley de financiamiento electoral es un traje a la medida de quienes usufructúan del parlamento y de varios de los partidos tradicionales, tal como las dietas auto reguladas, no obstante en el caso de la ley de financiamiento tenemos un elemento orgánico que configura una especial ventaja para las elites de la llamada clase política y sus financistas, quienes invierten sus activos en las campañas que mejor se adaptan a sus propios intereses.
Hay en la concepción misma de nuestra ley de financiamiento a la política, en su fundamento ideológico una naturalización del lugar del dinero en la sociedad, bajo estos supuestos que pasan a ser inconscientes, para hacer política y sobre todo para entrar electoralmente al mundo de los políticos profesionales hay que tener plata, o representar veladamente los interés de quienes la tienen.
Nuestra legislación de financiamiento beneficia por una parte a quienes ya están “dentro”  como a quienes viniendo de “afuera” cuentan con financistas. Así, quien cualquier ciudadano que venga a intentar competir no tendrá condiciones efectivas de competir si no viene desde adentro o si no cuenta con financistas privados. Configurada así nuestra actual ley garantiza una vinculación obscura, opaca y subterránea entre el mundo de los mercados y el parlamento, es además una barrera prácticamente infranqueable para quienes quieran disputar los grandes bloques desde otras sensibilidades políticas, por lo tanto una reforma política que apunte a democratizar el acceso al parlamento debiese no solo desarticular el binominal sino que además, como condición necesaria la actual ley de financiamiento electoral. Todo esto claro no es ninguna novedad, sin embargo la oportunidad abierta por Boric y Jackson hacen que se vuelva buen momento para problematizar el tema desde los mecanismos institucionales que rigen el juego electoral, hasta los fundamentos ideológicos del libremercado en la cultura.
El dinero manda sobre la política y esto no solo no debiese ser así, sino que además debiese ser discutido seriamente en los términos que corresponde, pues corremos el riesgo de que pasen otros cuatro años hasta la próxima elección y tengamos que presenciar como candidaturas honestas e interesantes como la de Francisco Figueroa (Izquierda Autónoma) y otros candidatos independientes tengas solo fracciones de segundos en el reparto monopólico del tiempo de exposición en las franjas electorales además de muy escasos recursos en comparación a las candidaturas “aventajadas”. Si la ley de financiamiento fuese discutida en sus mecanismos y sobre todo primero en sus principios éticos, varias candidaturas posibles dejarían de ser testimoniales, al menos en las elecciones parlamentarias.
Para ilustrar el componente ideológico al que quiero referir, me gustaría recordar y analizar algunas palabras del ex candidato presidencial Franco Parisi al reconocer su derrota en diciembre pasado, en aquella oportunidad el candidato, así se refería el ex candidato a la cuestión que nos concentra “en regiones arrasamos… pero aquí perdimos en Santiago… ¿y saben porque perdimos? Por que no teníamos billete!! Si nos vemos el 2017 antes voy a juntar platita para poder comprar publicidad”, transcribí aquel extracto puesto me parece representa la medida en que el libremercadismo o neoliberalismo cultural está inserto, naturalizado y transformado en parte de la realidad. Las palabras de Parisi representan además el corazón inconsciente de una candidatura que aunque haciendo visible el problema cuando identificaba como parte de su derrota en Santiago el no haber tenido “billete”, no cuestiona el mecanismo sino la condición circunstancial de no haber tenido ”billete”, con esto el ex candidato Parisi nos muestra que para el (así como para muchos otros), se hace natural que sea necesario tener dinero para competir en política, en esa misma línea sintomáticas fueron sus palabras cuando dijo “Si nos vemos el 2017 antes voy a juntar platita para poder comprar publicidad”, el candidato antes que politizar el debate contribuye a la normalización de los vínculos entre dinero y política, explícitamente acepta-cual borreguito autómata- las reglas actuales y se va a “juntar platita” para poder comprar publicidad, ahí un buen ejemplo de lo vacío y despolitizante de todo en su propuesta.
Sin embargo, creo que Parisi habla desde un lugar de ciudadano y como tal, representa muy bien el sentido común y eso es lo interesante, el sentido común neoliberal que como fenómeno sociológico silenciosamente se ha transformado en el aire respirado, en la condición irreflexiva de la política actual y su imbricación mercantil.
Si discutiéramos en serio los vínculos entre dinero y política, su visibilizaramos la hegemonía de algunos supuestos neoliberales en el sentido común, parte del paisaje político parlamentario sería distinto, el campo de  lo electoral podría abrirse varios grados como espacio de disputa, para aquello creo, es necesario trascender la discusión de la dieta parlamentaria, es decir, abarcarla e integrarla a un debate más amplio que desnude la comodidad autoconstruida por los monopolistas de la política profesional en estos últimos veinticinco años.
Con una ley de financiamiento que rompa las ventajas artificiales para algunos; que introduzca el criterio de la equidad de recursos y de medios; y que elimine el literalmente emprendimiento y la especulación en política, probablemente no tendríamos que bancarnos periodos de cuatro años de candidat@s que llegan al parlamento instalados por cúpulas truchas, el viejo y conocido cuatroparedismo del que tan lamentablemente tenemos cercanos ejemplos en este distrito (el de Copiapó), donde una candidatura destacó especialmente articulando el nepotismo, el cuatroparedismo y el marcantilismo político y por otra parte una ausencia total de contenido político.

Problematizar los vínculos entre dinero y política solo visibiliza una realidad histórica y coyuntural, devela las condiciones de funcionamiento real de un campo-el de la política institucional- que debe ser disputado en su propia arena simultáneamente que tensionado desde sus bordes. 

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