El presente
post nada cual naufrago en una tasa de agua sobre la discusión de la dimensión
histórica en antropología, revisamos tres puntos de enunciación, de tres
autores relevantes aunque diferentes en sus abordajes, sus escuelas y sus
momentos de producción intelectual.
Para comenzar
habría que destacar que pese a las diferentes miradas teóricas de estos tres
autores sus obras contribuyen (desde posiciones distintas remarcamos) a una
apertura de la antropología desde miradas y construcciones más rígidas y
monolíticas a una mayor flexibilidad y diversidad desde mediados del siglo XX
Hacia delante, son autores que en diversos grados participan del giro de la
antropología de una mirada estática a una dinámica y crecientemente relativista
y con énfasis en lo simbólico y el poder, entre lo particular y lo general. Ese
es un punto en el que podemos ver una confluencia, aunque aún muy gruesa pero
queremos destacarlos como punto de partida para comenzara a afinar la mirada
sobre las diferencias en sus tratamientos teóricos.
Para
Evans-Pritchard la historia supone no una asociación de hechos o hitos, mucho
menos una simple cronología de sucesión
de efemérides, visión esencialmente moderna y teleológica de la
historiografía en su reconstitución y reciclaje en disciplina científica y muy
en boga (con la salvedad tal vez de los planteamientos de autores de la escuela
de los annales y de los autores por estos influidos en las décadas
posteriores) durante la primera mitad
del siglo XX. Su énfasis estaba puesto en las relaciones entre los elementos de
la historia, siguiendo conceptos semióticos podríamos interpretar en su
perspectiva una orientación al sintagma
entre los elementos de la historia como campo o como una dimensión en la que siempre encontramos generalidad y
particularidad y en la que la interpretación es una cualidad importante, de
esta forma la noción de “estructura” sería
también interpretada en la misma lógica, la de una conjunto de
relaciones expresadas históricamente.
De esta forma
la historia es una dimensión relevante en el análisis de Evans-Pritchard ya que
la historia de los grupos sería también parte de su presente, siempre hay una
lectura en el presente, una apropiación social de la historia en el presente en
cada sociedad. Su énfasis disciplinario está puesto en la rigurosidad del
tratamiento de las fuentes documentales, en ese sentido su aproximación es
historiográfica siguiendo a Langlois y Seignobos en lo metodológico.
Por su parte
Eric Wolf retomaría un interés material en su mirada analítica pero mediadas
por el poder, para este autor las formas de organizar el poder y las formas culturales se inscriben en la
materialidad del mundo que integran.
Como Evans-Pritchard Wolf tomaría atención por la dialéctica entre lo
particular y lo general al realizar su crítica a la idea de historia de
occidente como una historia autónoma, independiente del devenir de todo pueblo
o sociedad no occidental, en ese sentido su crítica a la narrativa del
progreso, hegemónica en la modernidad europea y que en gran medida descansaba
en la dicotomía entre sociedades tradicionales y modernas[1],
esta dicotomización de las sociedades llevaba a una interrumpida comprensión de
sus ínter vínculos ya que se consideraba a cada sociedad como una sistema
cerrado con sus fronteras bien definidas y en esa perspectivas ambos “estadios”
eran considerados como niveles separados y no como partes de un proceso
interconectado. En éste último punto es relevante su revisión de la teoría de
los sistemas mundiales de Wallerstein ya que contribuye a generar un zoom con
atención a la posición de la particularidad de un determinado caso histórico o
de determinada sociedad en un marco general.
Esta mirada
dejaba fuera de la historia y en particular de vinculaciones concretas a toda
sociedad no occidental, además dándole una cualidad esencialmente estática a
estas sociedades y por contraparte dotando de una cualidad dinámica e
historizada a las sociedades modernas… por eso el título de su importante obra
“Europa y la Gente
sin Historia” (1982), la historia había sido patrimonializada por occidente y
su planteamiento teórico enfrenta muy acertadamente dicha posición, además
dicha visión sobre la historia (la criticada) reproducía una forma de praxis
histórica que se concentraba en las historias de las elites y los dominadores
dejando de lado todo una diversidad de actores y sus situaciones que han
formado parte activa de la historia y que constituyen vacíos en la historia
hegemónica.
Por su parte
don Clifford Geertz contribuiría a introducir algunos planteamientos
weberianos en antropología (tal vez en
parte facilitado por intermedio de su cercanía académica a T. Parsons),
recordemos que los planteamientos de Max Weber no habían tenido protagonismo
hasta el momento en el debate antropológico
por lo que la hermenéutica[2]
se constituye en el ingrediente que da forma a la nueva escuela antropológica,
la interpretativa de la mano de
elementos como la crítica literaria y la noción de cultura de Boas… Con Geertz
entonces ingresan al campo disciplinario elementos como la idea weberiana de
los tipos ideales con fines analíticos así como la noción o idea de entender la
cultura como un texto gana relevancia en el análisis etnográfico por lo que la
perspectiva de la historia estaría igualmente permeada por la potencia de la
perspectiva geertziana, acá la historia implicaría los procesos de cambio con
especial interés en los procesos simbólicos y el poder, particularmente en sus
vinculaciones intangibles. El autor destaca los estudiosos (particularmente de
indonesia) han intentado hacer un forma de historia para la que no disponen de
las fuentes o insumos simultáneamente que han descuidado una forma de historia
que si es factible de construir. Sobre
dicha discusión Geertz plantea dos formas de entender la tarea historiográfica,
la primera (periodizante) como una sucesión de acontecimientos o de fases
secuenciales y la segunda (procesual) como un proceso de cambio histórico
relativamente continuo en el que no es posible establecer divisiones.
La perspectiva
de Geertz centrara su atención en la multi disciplinaridad del análisis sobre
realidades complejas y específicas cruzadas por los significados tejidos por
los sujetos en sus tramas historizadas.
En conclusión
podemos observar que los tres planteamientos poseen diferencias en cuanto a los
énfasis y en especial a sus caminos de interdisciplinaridad en el que la que se
recogen desde diversas disciplinarias y de diversas escuelas teóricas dando por
resultado modelos teóricos originales y distintos entre si. Sus principales
convergencias están dadas en función de la apertura de la disciplina a la
diversidad de miradas ayudando importantemente a la interdisciplinaria
contemporánea, incluso en algunos casos apuntando a algo que podríamos intuir
como una transdisciplinaridad, los “Géneros Confusos” de Geertz en
“Conocimiento Local” (1983) dan cuenta un poco de esa dirección.
En definitiva
los tres autores contribuyen a una crítica a la unicidad disciplinaria y al
discurso moderno grueso y homogenizador que tiende a lo estático y al
etnocentrismo euroilustrado contribuyendo a la flexibilidad teórica y al avance
del pensamiento social y al diálogo dinámico entre las ciencias sociales con
una mirada de proceso. Las principales diferencias están dadas por sus reciclajes
teóricos y las especificidades que estos elementos otorgaron a sus planteamientos además de las
aproximaciones interdisciplinarias es así como en el caso de Evans-Pritchard la
orientación historiográfica es notoria mientras que en Wolf la economía y una
cierta orientación a la geografía o ecología política pueden leerse bajo sus
líneas, muy distinta a la clara vocación por la crítica literaria y la hermenéutica
en Geertz, no obstante sus diferencias los tres autores aportan a la historización
de la mirada antropológica, posición que también defendemos en esta tribuna despoblada
de lo innecesario, lo complejo y lo cotidiano.
[1] Situación que podemos ver ejemplificadas en trabajos clásicos de
la sociología como “La División Social
del Trabajo” de Emile Durkheim con su
tipologización de las sociedades en el par conceptual polar de sociedades
tradicionales y modernas y sus respectivas formas de integración con las solidaridades orgánicasy mecánica. Otro
caso también clásico puede identificarse en “La Comunidad ” de Ferdinand
Tönnies con la distinción algo más romántica entre sociedad y comunidad. En
ambos casos pueden funcionar como ejemplos paradigmáticos en ese sentido.
[2] Y por
intermedio de Geertz que “descubre” antropológicamente a Max Weber la
antropología en un primer momento simbólica e interpretativa se conecta con
parte importante el legado epistemológico del historicismo alemán, léase
Windelband, Rickert y Dilthey por nombrar algunos representativos.
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